La historia de nuestra fe contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado.
La santidad pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida.
El pecado debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.