La cultura vocacional desde la mirada de san Francisco de Sales Hablar de vocación es hablar de un Dios que ama, que llama y que espera una respuesta libre. Esta comprensión profundamente humana y espiritual de la vocación encuentra un fundamento sólido en el pensamiento y espiritualidad de san Francisco de Sales, fuente de inspiración de san Juan Bosco. A más de 400 años de su legado, su visión sigue iluminando el modo de acompañar a los jóvenes en la búsqueda del sentido de la vida, la fidelidad a su identidad y el descubrimiento de su misión en el mundo.

 

Una vocación nacida del amor

San Francisco de Sales no entendía la vocación como una carga impuesta o una obligación moral, sino como una respuesta amorosa a un Dios que ama primero. En su introducción a la vida devota, escribe: “La devoción no destruye nada, sino que lo perfecciona; y por eso, si eres una persona dedicada a los negocios, busca la devoción en tus ocupaciones”. Para él, la vocación no se limita al convento ni al altar: toda persona, en cualquier estado de vida, puede y debe vivir su vocación como un camino de santidad.

Esta visión amplia y profunda de la vocación es esencial en la cultura vocacional salesiana, que no busca “enlistar” sino despertar corazones al amor de Dios y al servicio de los demás. Como Don Bosco, san Francisco de Sales cree que la vida devota y vocacional está al alcance de todos, y que Dios llama en lo cotidiano, en lo sencillo, en la fidelidad a la propia historia.

Uno de los aspectos más actuales de san Francisco de Sales es su respeto radical a la libertad personal. Él sabía que el amor verdadero no se impone, se propone. Por eso, invita a vivir la vocación desde una decisión libre, informada y serena. En sus cartas y acompañamientos espirituales, insiste en que cada alma tiene su camino, y que Dios no quiere forzar, sino conquistar con ternura.

Esta visión es especialmente valiosa hoy, cuando muchos jóvenes viven presionados por elegir rápido, por no fallar, por cumplir expectativas externas. En ese contexto, la cultura vocacional debe ofrecer un espacio seguro, donde el joven pueda preguntarse con honestidad y sin miedo: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Dónde y cómo puedo amar más y mejor?

Acompañar con paciencia y dulzura

San Francisco de Sales fue maestro del acompañamiento espiritual. Su estilo no era rígido ni autoritario, sino profundamente humano y misericordioso. Famosa es su frase: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”. Esta pedagogía de la dulzura fue asumida plenamente por Don Bosco y hoy sigue siendo un pilar del acompañamiento vocacional salesiano.

En una cultura vocacional inspirada por san Francisco de Sales, el acompañamiento es clave. No se trata de empujar decisiones, sino de caminar junto al joven, con fe en su libertad, con escucha activa y con amor paciente, sabiendo que el Espíritu de Dios actúa en lo profundo. Nos invita a vivir una espiritualidad del corazón, donde la vocación no es un plan frío, sino una historia de amor concreta entre Dios y cada persona. Esta espiritualidad es especialmente necesaria en nuestros tiempos marcados por la confusión, la prisa y la superficialidad.

Hoy, la cultura vocacional necesita mantener la mirada de san Francisco de Sales: una mirada que confía en los jóvenes, que cree en su capacidad de entrega, que propone sin imponer, que ama con paciencia y anima con esperanza.

El eco salesiano 

San Juan Bosco no eligió por casualidad a san Francisco de Sales como patrono de su obra. En él encontró un modelo de bondad, firmeza, alegría y cercanía al corazón de los jóvenes. En tiempos de grandes desafíos para la pastoral vocacional, volver a san Francisco de Sales es beber de una fuente clara y profunda, que nos enseña que toda vocación nace del amor, se discierne en libertad y se vive con alegría. Porque al final, como decía el santo de la mansedumbre: “Haz todo por amor, y nada por la fuerza”. Y ese es el corazón de toda auténtica vocación.

“San Francisco de Sales fue maestro del acompañamiento espiritual. Su estilo no era rígido ni autoritario, sino profundamente humano y misericordioso”.

 

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