...para padres y madres de familia

EDB TunaOlger Nos cuenta San Lucas en su Evangelio que Jesús, después de la travesura que hizo quedándose en Jerusalén, volvió con sus padres, José y María, a Nazaret su pueblo.

Tenía entonces doce años, iniciando su adolescencia. Y dice el evangelista que allí el niño “siguió bajo su autoridad” y que “crecía en el saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,51-52). Un completo programa educativo para unos papás cristianos.
Repasemos juntos sus contenidos:

El muchacho seguía bajo la autoridad de los padres. Hoy algunos padres tienen miedo de ejercer su autoridad sobre los hijos, o no saben cómo ejercerla. A veces son muy duros, a veces son muy flojos y permisivos, o de una vez ausentes. La primera tarea de los padres, la más importante, es acompañar a sus hijos. Aunque no parezca, los hijos quieren sentirse acompañados. Los papás deben señalarles el camino: exigirles ciertas cosas, prohibirles otras, saber corregirlos. Todo en clima de cercanía, afecto, paciencia y diálogo. El muchacho debe percibir que todo lo que se le manda o se le prohíbe es para su propio bien, para su futuro.

“El muchacho crecía en el saber”. Se trata de la educación intelectual, la educación de la mente. Los papás son los primeros y más importantes maestros: aun antes de buscarles escuela, ellos les enseñarán el amor al conocer, el apego a la verdad, el hábito de la lectura, el respeto a los mayores y a los compañeros, el hábito del orden y la limpieza, el buen gusto en todo, la sinceridad, la colaboración. Y ¿por qué no? Los asesorarán en el cumplimiento de sus deberes escolares.

“Crecía en estatura”.
Ahora se trata de la educación física, la educación del cuerpo. La salud es un don de Dios, que hay que cuidar; es necesaria para el buen carácter y el futuro trabajo. Los papás cuidarán el comer y el dormir del muchacho. Nada de excesos: comida chatarra, pereza en la cama, desvelos en la noche. Saber tomarse momentos de descanso y de deporte, respirar aire puro. No excederse en el uso de los medios electrónicos. Y prevenirlo contra el licor, las drogas y el tabaco.

“Crecía en gracia delante de Dios”. Es la educación religiosa. Los hijos no son mascotas dentro de casa; y cuando sean grandes, no deberán reducirse a máquinas de producir y consumir. Son personas e hijos de Dios. Desde que son chiquitos, hay que inculcar en ellos el sentido trascendente de la vida, el sentido de Dios: de Él venimos y hacia Él caminamos. Los papás cristianos los harán bautizar cuanto antes; les formarán el hábito de la oración y de la Misa el día domingo.

“... y de los hombres”. Se trata, por último, de la educación social. Nadie es isla, nadie debe vivir encerrado en su egoísmo. El muchacho debe abrirse al sentido de la convivencia pacífica, de la colaboración, del servicio a la comunidad, de la futura responsabilidad política.

¿Verdad que es mucha la tarea de los buenos papás?

 

 

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