tarjetas navidad La navidad me trae un grato recuerdo de infancia. Recuerdo con deliciosa nostalgia los nervios infantiles, la puesta del árbol, esperar los regalos del niño Jesús, la misa de gallo (a las doce de la noche), la cena en familia, el ritual de llegada del niño Jesús al pesebre y una gran cantidad de postales que adornaban la casa.



Las tarjetas venían de todas partes. Hermosas imágenes de navidades entre la nieve, pesebres, renos, árboles, niños y demás daban grandes insumos para mi imaginación. Me sumergía en esas tarjetas por horas.

Yo vivía en un pequeño pueblo, así que mis tías enviaban hermosas estampas desde la capital. Familia y amigos que vivían en el extranjero se esmeraban por buscar postales que demostraran cuánto nos extrañaban en esas fechas.

A medida que fui creciendo, las tradiciones fueron modificándose un poco. Junto a algunas tradiciones extintas, se fue reduciendo la cantidad de tarjetas, postales y cartas recibidas en Navidad. El árbol, que antes estaba adornado con bellas imágenes de diversas ciudades, ahora solo tiene luces y adornos tradicionales.

Las tarjetas de Navidad fueron un invento de sir Henry Cole. En 1843 pidió a John Calcott Horsley, un pintor, que hiciera una escena navideña que luego reprodujo en la imprenta y en las cuales escribió hermosos mensajes para regalar a sus amigos y familiares. En esa ocasión se reprodujeron mil tarjetas.

Las que no fueron utilizadas fueron vendidas a quien las quisiera al precio de un chelín. Para 1862 se imprimieron tarjetas en serie que fueron un gran éxito. La tradición cobró fuerza cuando en 1893 la Reina Victoria mando a hacer mil tarjetas de navidad para enviar a sus nobles amigos.

Al tener un uso generalizado, el significado de las tarjetas se volvió comercial, hasta que la era digital comenzó a hacer de las suyas. Según el Washington Post la caída del correo postal en Estados Unidos es un hecho. En el 2006 hubo 213 mil millones de envíos al año. La proyección hecha por este medio asegura una caída de diez mil millones de envíos cada año.

Esto se evidencia en mi propia experiencia. Al correo solo llegan cobros, y en la navidad pasada solo recibimos una tarjeta. Lo que en una época fue considerado parte del consumismo desmedido, ahora el significado de enviar un carta o postal nos acerca a un detalle humano.

Últimamente las tarjetas son sustituidas por correos electrónicos, inbox, post en los muros de las redes sociales y grupos de difusión de mensajes en WhatsApp.

¿Que tiene de malo? Realmente nada. Es solo que cada año se constata la desaparición de una hermosa tradición que conlleva la sensación de algo palpable. La Navidad es tiempo de paz, amor, perdón. Cualquier símbolo que nos lleve a esos sentimientos es valedero. Un efímero saludo digital es lindo, pero frío y muchas veces impersonal.

¿Por qué es buena idea enviar tarjetas en una sociedad donde muere el correo tradicional? Se me ocurren varias razones: es una grata sorpresa para quien la recibe, es un detalle que demuestra mucho más cariño e interés que un mensaje masivo, puedes hacerlas tú mismo con material reciclado, tendrás una hermosa sensación de contar los días esperando que llegue la sorpresa a esa persona especial, se puede guardar como un recuerdo lindo, es mucho más especial que algo digital.

En una sociedad viral, no perdamos el toque persona a persona. Enviar tarjetas no es parte de un consumismo desmedido por las fiestas. Es una clara señal de humanismo y cariño hacia los demás.

 

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