A veces, se acusa a los cristianos de no respetar el pluralismo que debe haber en una democracia, y de querer 'imponer' sus doctrinas a todos, por ejemplo en el tema del aborto, fecundación in vitro, etc.
Estamos de acuerdo en que la Iglesia no debe imponer su fe a nadie (aunque debe proponer la fe a todos). Pero la Iglesia también defiende en la sociedad, valores que no son específicamente cristianos o católicos, sino que son valores netamente humanos; valores humanos fundamentales; valores que afectan a la dignidad humana. Por ejemplo el derecho a la vida. No hace falta ser cristiano para defender la vida. Basta ser un ser humano honesto.
Como dice la Declaración de Independencia norteamericana (1776): "Mantenemos nuestras convicciones, evidentes en sí mismas, de que todos los hombres son creados en igualdad, que son dotados por su Creador con derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad".
En el caso del aborto (y la destrucción de embriones humanos), lo que está en juego es lo sagrado de la vida humana, que va antes que todos los demás derechos. Si dejo de tener el derecho a vivir, ¿qué otro derecho puedo tener? Y, siendo embrión y el feto un ser humano, entonces rige para ellos el derecho a la vida. Ese derecho no es una imposición cristiana.
Se ha criticado al Papa Juan Pablo II por afirmar que hay cosas que no dependen de la decisión de la mayoría (Fides et ratio, 1998). Juan Pablo II sería por ello intransigente e intolerante. Pero, de hecho, hay valores que no están a disposición de las mayorías cambiantes. Hay casos donde termina el derecho de las mayorías a decidir, porque se trata del respeto al ser humano como tal.
Un ejemplo de que existen valores que no dependen del parecer de las mayorías es lo que ocurrió en la Alemania de Hitler. Los nazis llegaron a decir: "Nosotros decidimos que existe gente que no tiene derecho a vivir y, por lo tanto, vamos a 'purificar' el mundo de esa gente indigna (judíos, gitanos, enfermo, etc.), para crear la raza pura y el hombre superior del futuro". Justamente el tribunal internacional de Nüremberg, que juzgó a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial, afirmó: "Existen derechos que no pueden ser puestos en discusión por ningún gobierno".
Aunque fuese todo un pueblo quien dice lo contrario, o un Parlamento legítimo aprobara leyes contrarias, de todas formas seguirá siendo injusto atentar contra la dignidad de la persona humana.
No es cierto, por lo tanto, que los cristianos queramos 'imponer' nuestras doctrinas a todos.
Porque no es cierto que todo sea opinable en nombre de la democracia. Existe una realidad totalmente intocable a la que no pueden oponerse las leyes humanas. Las leyes que se oponen a ello, aunque hayan sido promulgadas de forma 'democrática', son leyes injustas.
¿Cuál es, entonces, el fundamento de que algunos derechos sean inviolables, y de que algunas 'leyes' sean inadmisibles? Dicho fundamento, según Ratzinger , se encuentra en la creación divina. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza y nos ha hecho personas. De manera que si alguien es persona humana, es intocable.
Resulta entonces inexacto llamar 'democrático' a un país que legisla a favor del aborto. ¿Cómo va a ser democrático un país que no respeta el derecho a la vida, que es el primero de los derechos humanos?
El embrión humano lleva consigo un programa completo del ser humano, que más tarde se desarrolla.
Los derechos inviolables señalados en los grandes documentos de la ONU no son sólo derechos civiles o sociales, creados por los hombres. Si fueran algo creado por nosotros, podrían cambiar. Pero no son sólo derechos civiles, sino derechos propiamente humanos y por lo tanto, no pueden cambiar.
No debería ser tan difícil comprender que el hombre es un ser especial, que lleva en sí una dignidad que debemos respetar siempre, aunque nos parezca que el otro es alguien sin gran valor (por ser pobre o débil, o por estar enfermo).
Se acusa al cristianismo de intransigente porque considera al aborto como un homicidio. Todo lo contrario: la defensa de la vida humana en todos los casos, por débil que sea, constituye el gran legado de nuestra civilización humana, y lo debemos defender con todo nuestro corazón y con toda nuestra razón.
También si no fuéramos cristianos.
[1] Ver el libro ¿Dios existe?, Espasa, Madrid 2008.