Parejaas adolescentes. En un centro educativo católico y salesiano, la meta que nos proponemos es la santidad. “Sed santos, como vuestro Padre celestial es Santo” (Mt 5,48). Santidad es sinónimo de felicidad.

No se trata de una meta inalcanzable. De hecho tenemos ejemplos de alumnos de escuelas salesianas que son santos. Es el caso de Domingo Savio, alumno de Don Bosco, que tenía como lema ‘prefiero morir antes que pecar’ y, entre las chicas, a Laura Vicuña, alumna de las salesianas, quien ofreció a Dios su vida para que su mamá arreglara su situación de pareja y se reconciliara con Dios.

En buena medida, la santidad de los jóvenes se juega en torno a la virtud de la pureza o castidad. Castidad es la virtud que consiste poner el don divino de la sexualidad al servicio del amor verdadero, o sea al servicio del amor conyugal, bendecido por Dios.

Hasta llegar al matrimonio, los jóvenes novios se abstienen de relaciones sexuales para entregar su virginidad en la noche de bodas, como el mejor regalo a su cónyuge.

El matrimonio debe ocurrir después de un noviazgo formal, cuando se cuente con la edad, la madurez y la capacidad económica necesaria para poder ofrecer a la otra parte, algo más que sólo palabras bonitas. Normalmente, en una sociedad urbana, esto sucede después del colegio.

En ese sentido, aunque los enamoramientos adolescentes son normales, y pueden surgir hermosas amistades, no deben quemarse etapas, y ciertas ‘escenas amorosas’ no deben tener lugar.

Dichas escenas constituyen una ocasión próxima de cometer un pecado de impureza. Al cristiano se le pide no solo que evite el pecado, sino también que evite 'las ocasiones de pecar’. La Congregación del Vaticano que vela por la Educación Católica constata, en uno de sus documentos, que se va difundiendo, cada vez más, entre parejas de adolescentes y jóvenes solteros ciertas manifestaciones de tipo sexual (abrazos, besos y caricias íntimas) que predisponen a la relación sexual completa, aunque no se llegue a ello. Estas manifestaciones genitales entre novios son un desorden moral, porque se dan fuera de un contexto matrimonial.

Los bautizados somos templo del Espíritu Santo. Los varones deben respetar sus propios cuerpos y el cuerpo de sus compañeras; y las jóvenes deben valorarse a sí mismas, darse su lugar, y hacer respetar sus cuerpos en todo momento.

Estas palabras parecerán ridículas a muchos, pero constituyen la enseñanza constante de la Iglesia, basadas en la Palabra de Dios. Nada extraño que el bautizado rompa con algunos comportamientos comunes en el mundo o la cultura.

Las escenas amorosas en público, en cualquier sociedad seria, están prohibidas sin importar si se trata de parejas solteras o casadas. Por el simple hecho de que se trata de asuntos privados e íntimos, y no deben exhibirse públicamente. En lugares públicos, ya sea edificios, plazas o parques, las familias enteras deben poder pasear tranquilamente, sin temor a que los niños se vean perturbados por dichas escenas. Nadie tiene derecho a robar a estos niños su inocencia. El Evangelio dice palabras muy duras: ‘A quien escandalice a una de estos pequeños, más le valdría que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello’ (Mc 9,42).

Si esto sirve para los lugares públicos en general, con mayor razón un centro educativo católico, tiene derecho a pedir a sus estudiantes este tipo de respeto. Pues todos los estudiantes son niños o adolescentes.

Sabemos que, de hecho, hoy día existe una actividad sexual precoz en muchos adolescentes. Todo en la sociedad y en el mundo que nos rodea invita a ello. Sobre todo la pornografía. Existe un gran negocio montado sobre este tema. Y ¡cuántos se lamentan, cuando ya es demasiado tarde, de haber sucumbido a la tentación! ¡Cuántos desórdenes familiares posteriores, han tenido origen en estos errores cometidos durante la juventud!

A ningún adolescente debe preocuparle no tener novia mientras está en el Colegio. Sin importar lo que digan los demás, la adolescencia es tiempo para tener muchos y buenos amigos y amigas, y para concentrarse en el estudio, el deporte, etc.

Así como hay jóvenes que se dejan llevar por la corriente hacia abajo, también los hay con muy buen criterio, que saben escarmentar en cabeza ajena y se dejan amaestrar por la palabra de Jesús. Incluso algunos no tienen vergüenza de prometer públicamente que guardarán su virginidad hasta el matrimonio. Esto es valentía. ¡Atrévete tú también! ¡Atrévete a ir contra la corriente!

Compartir