La tarea de crianza es una gran responsabilidad y cada quien la asume como mejor lo considera conveniente. No hay manuales que garanticen que con su cumplimiento estricto tendremos los mejores hijos del planeta. Sin embargo, lo que no debería estar permitido es no reflexionar, no cuestionarse y no decidir sobre la forma en que educaremos a nuestros hijos.
No son seres incompletos sin sentimientos ni razonamiento, tampoco son adultos reducidos de tamaño. Es por eso que hay que darles su lugar como niños, personas en proceso de aprendizaje y formación. La crianza muchas veces es un tránsito entre contradicciones: queremos que sepan valerse por sí mismos, pero no tanto como para meterse en problemas; buscamos que sean obedientes, pero que no hagan caso a consejos y recomendaciones que les perjudiquen; nos encantaría que fueran amorosos, solidarios y colaboradores, pero también que sepan encontrar el equilibrio para no olvidarse de sí mismos tanto como para ser infelices o perder el rumbo. Y quizás justamente por el equilibrio debe estar la clave.
En esa línea de pensamiento, llegamos a los conceptos que planteo en el título y me pregunto: ¿es posible criar hijos independientes y apegados a sus padres? ¿Qué es bueno para ellos y qué no? Pues, como en casi todo lo relativo a la educación y crianza, no hay nada determinante. Para tener una idea más clara sobre esto he buscado información sobre cada uno de estos conceptos:
Independencia: Lo que buscamos es que nuestros hijos no dependan de nosotros para resolver sus cosas. Recordemos que serán adultos y si todo les ha llegado a sus manos de parte de sus padres, estarán esperando que sus compañeros de trabajo o sus parejas decidan por ellos y resuelvan sus problemas.
Algo muy importante también es que en nombre de la independencia no hay que obligar a nuestros hijos a hacer cosas para las que todavía no están listos. Tampoco se trata de menospreciarlos y no permitir que lo intenten. La clave la dan ellos mismos porque comienzan a pedir hacer las cosas por su cuenta con el ya conocido “yo puedo”, “yo solito”.
Si en esos momentos les decimos “no, porque si te sirves la leche la vas a botar” o “no, todavía estás muy pequeño para poner este plato en la mesa”, lo que él entiende es que es incapaz de hacer cosas. Tenemos que arriesgarnos, dejarlos hacer sin perderles de vista. La satisfacción en sus rostros cuando hacen algo por sí mismos es un gran regalo para nuestro corazón. Aquí van algunas ideas puntuales para ayudarles a ser independientes:
· Dejarles ropa a su alcance para que puedan vestirse por sí mismos.
· Que tengan su propia cesta para poner la ropa sucia cuando se la quitan.
· Pequeñas escaleras o banquitos seguros para que alcancen lavamanos, cepillos de dientes, espejos y hasta lavaplatos.
· Las escobas y trapeadores para limpiar cuando tienen accidentes son fabulosas y ellos las disfrutan.
Apego: No significa depender de mamá o papá, es tener afición o inclinación hacia ellos. O sea, a los niños les encanta estar con sus padres y les hace bien, hay que permitírselo. Desde recién nacidos hasta sus primeros años de vida, sus padres son su fuente de seguridad y cariño. Ver que ellos están cerca y atendiendo sus necesidades les hace sentir confianza para desarrollar las tareas que les toca hacer.
A mi hijo Gabriel, por ejemplo, le intimida entrar de golpe a un ambiente nuevo con personas que él desconoce. Pero estar un par de minutos abrazado a mí le ayuda a saber que no corre peligro y se va soltando poco a poco. Luego, al tomar distancia y ver que sigo en la misma habitación con él, se anima a acercarse a jugar con otros niños y hasta a participar en los juegos de una celebración de cumpleaños.
Así lo ha ido logrando y cada vez que descubre que puede hacerlo bien y no pasa nada, se anima para el siguiente paso y la siguiente vez. Es su ritmo y se lo respetamos. Algunas situaciones de un apego sano podrían ser:
· Permitirles tomar leche materna las veces que lo demanden, siempre y cuando sea posible.
· Preferir los brazos y el portabebés en lugar de los cochecitos porque el contacto físico es parte importante del aprendizaje y las emociones.
· Dormir con papá y mamá no hará daño a nadie si se establecen normas de respeto a las necesidades de todos.
· Decir te amo y te quiero y dar caricias con tanta frecuencia como sea necesario.
· Pasar tiempo juntos, enfocados plenamente en ellos, es una de las cosas que más disfrutan y los hacen felices.
El apego y la independencia son cosas diferentes y complementarias, cada familia encuentra sus propias fórmulas y cada hijo merece respeto y atención a sus emociones y ritmos individuales. Amarlos con responsabilidad, respeto y exigencia debe ser la mejor manera de educarlos.