niñasLas conozco desde que estaban en el vientre de sus mamitas y hoy quiero contarles lo afortunadas que son y también el enorme reto que tienen, porque tener una madre como las de ustedes le pone a uno en la vida un límite alto a alcanzar.
Claro, no es una condena a que sean igual que sus madres o a que les devuelvan toda la vida que ellas están dando para ustedes. Lo digo porque las conozco a sus mamás y sé que ustedes también serán mujeres valientes y valiosas.

Pues aunque todavía son pequeñas y una de ustedes apenas y está aprendiendo a hablar, lo que quiero decirles, bien servirá para otras mamás, otras hijas más grandotas, esposos, hombres, mujeres o cualquiera que tenga algo que aprender de la grandeza de personas que hay en sus madres, mis pequeñitas queridas.

Comencemos por la mañana. Sus madrecitas se levantan cuando todavía no ha salido el sol, o si ya salió, se han acostado tarde trabajando, preparando los detalles del día siguiente, o simplemente aprovechando un ratito de tiempo a solas que tanto hace falta a las mamás porque a veces se nos olvida que la alegría y tiempo para una misma es lo que también nos hace funcionar mejor en nuestro rol materno.

Una de ustedes, en la mayoría de veces, todavía se queda soñando en la camita cuando su mamita camina por la calle en soledad para llegar a abrir tempranito la jornada laboral. Mientras camina y viaja en el bus, va pensando en el trabajo, en ponerse al tanto para comenzar lo mejor posible el día. Pero no solo eso, al mismo tiempo va pensando preocupada si su hijita no se va a despertar llorando al verse solita en la cama, si la abuelita va a estar atenta y hasta va preocupada en buscar informarse cómo apoyar a su nenita en su aprendizaje de las palabras y fonemas.

La otra de ustedes se levanta con su mami y ya sabe cómo entrar en la rutina de baños matutinos, desayunos y salida al trabajo y al colegio. Pero, mientras tú te bañas, te vistes y te pones de mal humor, tu mamita tiene encima la responsabilidad de enseñarte cómo resolver esas situaciones de la mejor manera posible y responde a cada uno de los dilemas que tú le planteas de la mejor manera que ella puede ser capaz.

Ya llegamos al trabajo y el colegio. Mientras ustedes están en casita o en el colegio, sus mamitas pasan a mil por hora en sus trabajos, luchando con el estrés que trae esa gran responsabilidad. Sus mamitas tienen en sus manos y en sus mentes el peso de resolver cosas de personas grandes, que involucran empresas con un montón de compañeros de trabajo. Y también, al mismo tiempo están pensando si ya es hora de salir a traerlas al colegio, o si ya es hora de llamar para saber si almorzaron o hicieron siesta.

Ya no digamos cuando ustedes están enfermitas y ellas han tenido que ir a sus trabajos. La mitad de su corazón y sus mentes está allá con ustedes, pensando si ya se les quitó la fiebre o el dolor. Apenas y logran deshacerse de la angustia de querer estar con ustedes.

Cuando ya es la hora de regresar a casa, sus mamitas van felices, no ven el momento de estar con ustedes, en todo el rato que les toca batallar con el tráfico, los buses y la calle para llegar hasta su casita, seguramente van pensando en las cosas pendientes del trabajo, en las otras cosas pendientes de ustedes, y esperaría que también pensaran en las cosas que tienen pendientes con ellas mismas.

Aaaahh! Al llegar a la casa y ver sus caritas, sus ojos preciosos y su sonrisa, sus madres son las más felices en el mundo. Flotan sobre el piso de tanto amor. Por supuesto que a veces han tenido desagradables sorpresas como por ejemplo escuchar las quejas de la abuela por tareas o hallar una gasa en la cabecita de su nena con varias puntadas porque se abrieron el cuero cabelludo cuando se cayeron, y así un montón de cosas más. Pero son felices.

Luego viene la noche. Están cansadísimas, porque solo a ellas les toca pensar en cuánto hace falta para educarlas, emocional y materialmente. Porque solo a ella acuden las abuelas para exponer lo que ustedes necesitan, porque solo a ellas les toca bregar con el colegio, hacer las cuentas si alcanza para las meriendas que tanto les gusta a ustedes comer por las tardes, o si alcanza para las clases de cocina o el paseo para el fin de semana, porque solo a ellas les toca hacerse fuertes para enseñarles a ustedes la disciplina, solo ellas tienen que luchar contra el cansancio y sus ganas de descansar para ayudarles a revisar tarea en las noches, estudiar para exámenes, jugar un rato antes de dormir y luego la rutina de dormir y cuidarlas cuando se enferman.

Sus mamitas son las que tienen, ellas solitas sobre sus hombros, todas las responsabilidades que tienen que ver con su salud, alegría, estudios, comida, diversión, ropa, juguetes, zapatos y demás.
¿Cómo aguantan? Pues únicamente porque ustedes valen la pena para ellas todo el esfuerzo que sea necesario. A veces se equivocan, se enojan, se distraen, pero entiéndanlas y ámenlas siempre, no dejen de darles esos besos y abrazos que tan feliz las hacen. Ser mamá soltera, mujer trabajadora, amiga, hija, proveedora y un montón de cosas más al mismo tiempo, no es cosa fácil en esta vida. 

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