Un hermano entró, como buen salesiano, a hacer su visita al Santísimo en la cripta del colegio. Se percató de que, justo delante del sagrario, había algo extraño. Se acercó y vio que había un pequeño pan. Automáticamente pensó en la famosa película de “Marcelino pan y vino” y en el gesto que el protagonista tenía con Jesús. El hecho llegó a oídos del equipo de pastoral y de la comunidad salesiana y supusimos que este curioso detalle venía de parte de algún niño que estaba preparándose para su primera comunión, puesto que les habían proyectado algunas escenas de dicha película.
Los días pasaron y otro ´pancito´ volvió a aparecer delante de Jesús. No era un pan cualquiera, pues estaba partido a la mitad y tenía un poco de queso. Nosotros íbamos armando la escena, imaginando al autor de este tierno acto sacando de la lonchera su merienda y yendo a ofrecérsela a Jesús por alguna intención.
Una tercera vez volvió a suceder y, ya intrigados por saber quién era, solicitamos revisar las cámaras para encontrar al “Marcelino” del colegio.
Marcelino resultó ser, en realidad, una “Marcelina” y efectivamente se estaba preparando para la primera comunión. En las cámaras pudimos ver cómo, con seguridad y con respeto, ingresaba a la capilla y depositaba con sencillez y ternura el pancito delante del sagrario. ¿Qué íbamos a hacer ahora? ¿Era justo que ella siguiera repitiendo este gesto? ¿Era necesario “enderezar” mejor esa oración?
Me pidieron hablar con ella y yo, pidiendo al Señor su iluminación, accedí. Fui a su salón de clases en cuarto grado de primaria y solicité que saliera. Era una niña muy sencilla con una sonrisa noble. Nos fuimos a sentar en una de las mesas del colegio y comencé a platicar con ella del caso.
Le pregunté la razón por la que hacía este gesto esperando una explicación, pero la respuesta me dejó aún más sorprendido de lo que esperaba. Me dijo: “Es que los panes que he puesto en la capilla los he encontrado tirados en mi salón de clases. Hay algún compañerito que los ha dejado tirados. Yo los he tomado y se los he ido a presentar a Jesús pidiendo por este compañero para que dejara de desperdiciar la comida y también pidiendo por los que no tienen qué comer”. Esta respuesta hizo que me enterneciera. ¡Qué bella petición! ¡Qué bello gesto! Le dije que esto no debería suceder – el que sus compañeros desperdiciaran la comida – pero que, si se volvía a dar, Jesús veía con buenos ojos su gesto y su oración.
Ella había encontrado inspiración en la película que había sido presentada en la catequesis, pero fue aún más allá de la enseñanza de Marcelino. Terminada nuestra conversación la conduje de vuelta a su salón y nos despedimos. A los minutos, me la encontré a la hora del recreo en el patio. Nos vimos y nos sonreímos. Me había convertido en amigo de la “niña del ´pancito´ en la capilla”, la “Marcelina del colegio”.