misiones salesianas 2Todo salesiano vuelve siempre con gusto a visitar las casas y los lugares en donde ha trabajado por varios años. Este es mi caso cuando de tanto en tanto puedo regresar a San Pedro Carchá. Constato la verdad de la estrofa de una poesía que siendo niño aprendí y que decía: “Patria es la tierra donde se ha sufrido, donde se ha soñado, donde se ha luchado; patria es la tierra donde se ha nacido.” Interesante que el autor no ponga en primera línea la tierra en que se ha nacido.

DSC 6590Después de tantos años de trabajar pastoralmente entre los indígenas qeqchí las sorpresas siguen presentándose. De repente he comenzado a captar con más claridad la riqueza profunda de la espiritualidad de este pueblo.

No me atrevo a afirmar cuál sea mejor, si es que hay una mejor que otra. Pero que nuestra espiritualidad occidental sea totalmente distinta a la indígena, me está resultando cada vez más patente. La occidental es más doctrinal, cerebral, conceptual. La indígena es más expresiva, cordial, efusiva.

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Domingo: llovizna continua de varios días que deriva en frío húmedo. Gran misa en la aldea Ichab: trece hombres y mujeres reciben el mandato de servir como ministros extraordinarios de la eucaristía; ochenta misioneros inauguran una semana de misión en las doce aldeas cercanas.

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También este año en el mes de noviembre visité la aldea Tipulkán. En las aldeas no se escucha el latir del tiempo, todo es tan cíclico y perfecto.
Esta vez sentía algo diferente, como si la lluvia estuviera goteando en mi corazón, mojando mis días de cansancio y asombro.

CentroDB2San Pedro Carchá, Guatemala, 15 de agosto de 2017.- Mil jóvenes indígenas pertenecientes a tres internados de un mismo proyecto educativo salesiano celebraron a lo grande los treinta y cinco años de su fundación.

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Somos dos voluntarias médicas argentinas que llegamos hace unos meses a Petén, Guatemala para sumarnos al proyecto de pastoral de salud de la Parroquia San Benito de Palermo y así ponernos al servicio de la comunidad.

liano misionero 2Las historias de los misioneros me han fascinado siempre. Su capacidad de donarse enteramente, de llevar la fe como regalo a tantos y el amor ardiente que en ellos vemos, son para mí un modelo de nuestra consagración a Dios.

Por eso, desde que entré en la Congregación, me he preguntado por qué no puedo ser como ellos. Y cada vez que me lo preguntaba, sentía cómo en el corazón se me encendía aún más la llama del deseo por donarme como ellos a las misiones.

Después de algunas experiencias misioneras en Guatemala, presenté esta duda a mi director espiritual, a mi confesor y sobre todo a los misioneros que un día tuvieron la misma inquietud y hoy son quienes llevan adelante el carisma en nuestra inspectoría. Y en todo esto rezaba delante del sagrario o con el rosario en mano, pidiendo al Señor la claridad en su llamada, el valor para responderle y el amor para hacerlo vida.

La respuesta que más me impresionó fue la del padre Checchi. Él, sonriente como siempre, me dijo: “Hermanito, si ya dejaste tu vida en las manos de Dios, gózate sus sueños. Déjate guiar, déjate llevar a los muchachos que Él ha pensado para ti y ama su voz, ama eso que ha soñado para tu vida. Te aseguro que serás feliz confiándote solo a Él.”

Motivado por el deseo de servir al Señor, me puse a disposición del encargado y en el 2015 fui enviado a Albania y Kosovo. Allí me encontré con una realidad totalmente inesperada. Acostumbrado a pensar en las misiones con iglesias llenas de creyentes, no imaginaba llegar a un pueblo totalmente musulmán, a compartir la alegría de ser misionero con dos hermanos y 18 católicos.

La primera dificultad fue la de renunciar a la idea que tenía de las misiones y entender eso que el Señor me estaba regalando. Agregado a la dificultad del idioma y mi ignorancia del islamismo, me encontré frente a un hermoso reto que solo mis hermanos y los muchachos me ayudaron a entender y llevar a cabo. Y cuánto gozo encontré en dejarme sorprender por la presencia de Dios en los muchachos. Sus preguntas, nuestras discusiones, la manera en que nos dispusimos a dialogar, a escucharnos unos a otros, son hoy la alegría de mi corazón, mi gracias a Dios por la vocación misionera. Pienso que así será siempre, que el regalo de ser misionero serán los jóvenes y nuestros hermanos.

Creo que ser misionero es parte de nuestro ADN salesiano. Del salir a las calles a encontrar a los muchachos. Al salir del propio país por amor a Dios, nuestra vocación se enriquece tanto y se vive en plenitud cuando hacemos del sueño de Dios nuestro sueño, de sus jóvenes nuestros muchachos, de su llamada nuestra vida.