Brandon Figueroa Brandon es un joven salesiano salvadoreño que pidió ser enviado a tierras de misión. Le tocó en suerte Bulgaria. Esta narración nos transmite su emoción por la aventura del viaje, el paso por Roma y Turín, y su aterrizaje en un mundo totalmente nuevo.

 

El 12 de marzo recibí el correo de parte del Dicasterio para las Misiones Salesianas notificando que había sido admitido para la 150 Expedición Misionera. La alegría fue enorme. Entonces todo parecía aún muy lejano; estaba aún incierto el lugar de destino. Esa sensación de no tener las cosas “bajo control” o, mejor dicho, de no tener planes claros, me ayudó mucho en mi proceso de fe, pues desde que envié la carta en el 2017, sabía que este proceso se desarrollaría solo en los tiempos de Dios. Fue un tiempo de alegría, de ilusión y, sí, un poco de nerviosismo. La noticia fue recibida también con alegría por mi familia, aún en medio de las dudas y nostalgias que podría provocar.

El domingo de la Santísima Trinidad, 16 de junio, llegó el esperado correo con el destino. Había ido a emitir el voto, por aquello de ser “honrado ciudadano” y me disponía a empezar la misa del Oratorio. Decidí ver el celular y aparecía en la bandeja de entrada un correo con el título “tu destino misionero” de parte de la oficina de misiones en Roma. Las manos me temblaban y el corazón se aceleró. Lo abrí: Bulgaria, inspectoría de República Checa. ¡Bulgaria! Ofrecí esa misa por ese país y los salesianos que trabajaban ahí. Llamé a mi mamá para contarle, fue la primera en enterarse. Se alegró conmigo.

Luego, los preparativos, las compras, el equipaje, las despedidas, el tiempo en familia. Y llegó el día del viaje. Primera vez en Europa, con los nervios tensos por ser mi primer viaje transatlántico y, además, solo. Logré llegar sano y salvo al aeropuerto de Roma.

La misa de envío en Valdocco, Turín, cuna de la congregación salesiana, se celebró el domingo 29 de septiembre. Éramos 36 salesianos provenientes de cuatro continentes (4 de Europa, 4 de América, 12 de África y 16 de Asia). Gran emoción: Estaba en el mismo templo donde Don Bosco había enviado la primera expedición en 1875. Mentalmente recorrí las experiencias que me habían llevado hasta ese día, desde aquella primera pregunta que me hice en el noviciado: Señor, ¿quieres que sea misionero? La alegría se completó con la presencia espiritual de amigos y familiares que seguían la transmisión en vivo. Dos salesianos de Bulgaria llegaron para darnos la bienvenida. La Virgen Auxiliadora asistía desde el altar mayor de la Basílica y nos presentaba a su Hijo Jesús para que lo lleváramos a todo el mundo. La coincidencia del Mes Misionero Extraordinario propuesto por el Papa Francisco y el aniversario 150 de la primera expedición misionera salesiana engrandecieron el evento.

El 20 de diciembre llegó el esperado día del viaje a Bulgaria, la “tierra prometida”. Estaban esperándonos el director y otro hermano, quienes nos recibieron con alegría. Nos dirigimos a la ciudad de Kazanlak.

El día 24 pude celebrar la misa de navidad en Stara Zagora, con los destinatarios de esa localidad, jóvenes en su mayoría gitanos. Después de la eucaristía tuve la oportunidad de conocer la escuela y comunidad en construcción. Está nueva obra esta en medio de un barrio gitano y de casas búlgaras, por eso se espera que nuestra misión sea un puente entre las dos culturas. Esta escuela es una obra que se ha podido llevar a cabo principalmente con donaciones y el trabajo de voluntariado, en su mayoría de República Checa.

 

 

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