La mujer es protagonista en la Biblia, desde el ‘principio’: La descendencia de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente, se dice en Gn 3,15. La Asunción de María no se encuentra en forma explícita en ningún texto de la Sagrada Escritura. Esta verdad se halla testimoniada principalmente en la Tradición viva de la Iglesia.

La Iglesia no obtiene exclusivamente de la Escritura su certeza sobre las verdades reveladas, sino que acude también a la fuente viva de la Tradición, custodiada e interpretada auténticamente por el Magisterio. Significa que desde los primeros siglos existen testimonios de la fe de la Iglesia en este misterio. Existen también testimonios de este misterio en la liturgia de la Iglesia, es decir en las oraciones de la Iglesia y en los textos de las Misas antiguas.

De hecho, la fiesta de la Asunción de María comenzó a celebrarse en Oriente a mediados del siglo VI. En Roma esta fiesta se celebra a partir del siglo VII, y luego se hizo universal.

La Asunción fue proclamada como dogma en 1950 por Pío XII. Si fue declarado dogma, significa que, previamente ya era parte del depósito de la fe de la Iglesia. El texto de la definición dice así: “Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

El sentido del dogma es María obtuvo anticipadamente aquella glorificación final (escatológica) que tendrán todos los justos al fin de los tiempos, en la resurrección final.

La Biblia, implícitamente hace alusión a esta verdad cuando en Gn 3,15 Dios promete, después del pecado de Adán, que la mujer (María) estará estrechamente unida a su descendencia (Cristo) en la lucha victoriosa contra el demonio.

En Lc 1,28 el arcángel Gabriel llama a María ‘llena de gracia’. A esta plenitud de Gracia debe corresponder la plenitud de gloria, no solo espiritual sino también corporal. Además ‘la bendita entre todas las mujeres’ (Lc 1,42) debía quedar exenta de toda consecuencia del pecado, incluyendo la corrupción del sepulcro.

Ap 12,1 nos presenta ‘una gran señal que apareció en el cielo: una mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas’. Es fácil ver en este texto una alusión cierta a María asunta al cielo.

La mujer es protagonista en la Biblia, desde el ‘principio’: La descendencia de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente, se dice en Gn 3,15.

La mujer asimismo es protagonista, al final de la Biblia, en el Apocalipsis: Es “una mujer, vestida de sol con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1).

Al mismo tiempo sufre “con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz” (Ap 12,2).

Sufre también porque delante de ella, que está para dar a luz, se pone “el gran dragón, la serpiente antigua” (Ap 12,6): el Maligno, padre de la mentira y del pecado. Pues la serpiente antigua quiere devorar al niño.

Vemos que la mujer-madre está presente desde el inicio hasta el final de la historia, en la lucha contra el mal y contra el Maligno. El Maligno se opone a la maternidad. Es una lucha a favor del ser humano. La lucha por el ‘sí’ o el ‘no’ al designio salvador de Dios.

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