hombre y mujer La ideología de género sostiene que las diferencias entre hombres y mujeres no responden a su naturaleza física y biológica, sino que han sido elaboradas en forma artificial a lo largo de la historia, y estas diferencias culturales son la causa de la discriminación que ha sufrido siempre la mujer.

Consideran que toda diferencia entre el hombre y la mujer es injusta. La anatomía sexual de cada uno es irrelevante en cuanto a la determinación de su propia identidad.
El matrimonio y la familia, que son aquellas instituciones en las que se vive la diferencia sexual de manera más clara, deben desaparecer. Y para que la mujer quede liberada por completo, debe ser capaz de controlar totalmente su fecundidad. De ahí la importancia de los llamados ‘derecho sexuales y reproductivos’ cuyo centro es el acceso libre y gratuito al aborto.
Hay que liberar a la mujer de la maternidad, que es la principal fuente de desigualdad. La reproducción biológica humana puede realizarse con técnicas de laboratorio; y así se evita a la mujer la ‘barbarie’ del embarazo y el parto.
La revolución sexual ha separado la sexualidad del amor, del matrimonio y de la procreación. El único objetivo que le queda a las relaciones sexuales es, pues, la obtención de placer. Entonces es aceptable la relación sexual con cualquiera y de cualquier manera.
Estos criterios sirven de base para la educación sexual que se debe impartir en las escuelas, de forma obligatoria.
No existen dos sexos, sino múltiples identidades y orientaciones sexuales.
Hombres y mujeres no son tales desde el principio, sino que se van haciendo a sí mismos. El género se va eligiendo a lo largo de la existencia. Y se puede cambiar varias veces a lo largo de la vida.
Pero uno se pregunta entonces, si queda algo que permanezca estable bajo esa sucesión de actos cambiantes que van configurando la vida de cada quien. Si fueran ciertas las anteriores afirmaciones, la persona humana quedaría privada de identidad propia.
María Lacalle Noriega en La grandeza del amor humano (p. 149), lo dice claramente: la realidad es que el ser humano existe en dos posibilidades: varón y mujer, y no tiene otra posibilidad de existir. La identidad biológica es sexuada desde la concepción: si en la concepción recibe como herencia genética el cromosoma “X” de la madre, y recibe del padre otro cromosoma “X”, es mujer. Y si, en cambio, recibe de padre un cromosoma “Y”, es varón. Tenemos necesariamente un genotipo masculino o femenino desde la concepción.
Por eso no decimos: tal persona tiene un sexo masculino o femenino, sino que decimos: tal persona es varón o mujer.
En cuanto a los llamados estados intersexuales, hay que decir que se trata de anomalías con características clínicas variadas; y deben ser tratados adecuadamente.
Muchos tienen la pretensión de liberarse de sus condicionamientos biológicos. Pero nadie puede negar su propia configuración natural, pues la negación de la propia naturaleza no conduce nunca hacia la felicidad, ni produce liberación alguna. No podemos caprichosamente, disponer de nuestra identidad, que está profundamente enraizada en nuestra condición sexuada.
Cuando se intenta construir una personalidad al margen del dato objetivo de la naturaleza física sexuada, la más directamente perjudicada es la mujer. Puesto que la naturaleza biológica del ser humano tiene en la maternidad su realidad más profunda. Sería negar a la mujer su derecho a poder ser mujer.
La ideología de género, que se presentó desde sus orígenes como un movimiento de liberación de la mujer, es, en realidad, su peor enemigo.

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