¿Cuándo volveremos a la sencilla fe en la palabra de Dios quién desde los primeros capítulos del Génesis nos enseña que el matrimonio y la familia es la forma en que el ser humano cumple mejor el ser ‘imagen y semejanza de Dios’? El diagnóstico actual sobre la realidad del matrimonio y la familia es trágico. Los católicos no escapamos a esta tremenda realidad. Son muchos los que tienen problemas en sus matrimonios.

Son muchos los católicos que se divorcian y que después del divorcio se casan de nuevo por lo civil.

Una de las causas principales de estos fracasos matrimoniales es la escasa preparación con que los jóvenes llegan al matrimonio.

Son muchos los católicos que se casan sólo por lo civil y muchos los que se juntan sin más.

Son demasiados los varones que engendran hijos fuera del matrimonio y no reconocen sus responsabilidades de padres.

Son muchos los jóvenes católicos que tienen relaciones sexuales pre-matrimoniales y promiscuas. Y muchas las madres solteras y las adolescentes embarazadas.

Las enfermedades venéreas, no sólo el SIDA, siguen haciendo estragos.

Son demasiados los abortos. Y muchas las personas, varones y mujeres, que se esterilizan.
Está demasiado extendido el uso de anticonceptivos.

¿Quién no está siendo víctima, hoy día, de revolución sexual que separa el sexo del amor, del matrimonio y de la procreación?

¿Quién no se siente afectado por la confusión que produce la ideología de género que, al separar la sexualidad del amor verdadero, ignora por completo la creación de Dios, la naturaleza con sus leyes propias, y los conocimientos científicos?

Los sufrimientos que todo esto acarrea a los individuos son grandísimos, sobre todo a las personas más débiles: mujeres y niños. Esos niños que siempre son, no sólo inocentes, sino también débiles e indefensos.

Estos comportamientos también tienen repercusiones en la desintegración y empobrecimiento de la sociedad. Si la familia se debilita, la sociedad también. Parece que esto no lo ven los Medios de Comunicación Social y legisladores.

¿Qué católico no está preocupado y confundido ante esta situación?

¿Qué padres se sienten serenos y seguros para brindar consejo y acompañamiento a sus hijos sobre estos temas?

¿No es el mal uso de la sexualidad lo que aparta de los sacramentos a más católicos?

En los tribunales eclesiásticos aumentan las demandas buscando una declaración de nulidad matrimonial, precisamente, porque muchas parejas se han casado sin estar preparadas ni sicológica, ni afectiva, ni espiritualmente para el matrimonio.

Como sucedía en su tiempo, también hoy Jesús siente compasión por la muchedumbre porque se ven cansados y agobiados como ovejas sin pastor (Mt 9,36).

¿Cuándo volveremos a la sencilla fe en la palabra de Dios quién desde los primeros capítulos del Génesis nos enseña que el matrimonio y la familia es la forma en que el ser humano cumple mejor el ser ‘imagen y semejanza de Dios’?
En efecto, análogamente, Dios es una familia de tres personas que se aman tanto que no son tres dioses sino un solo Dios. Un Dios que, precisamente por eso es amor: comunidad interpersonal de amor.

Donde esposo y esposa ya no son dos sino una sola carne (abiertos a la vida), el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres dioses sino un solo Dios.

Escarmentemos, hermanos: no hay más matrimonio que la unión fiel e indisoluble de un varón y una mujer abiertos a la vida.

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