Entrega total por amor Podemos definir el matrimonio como la mutua entrega total entre un hombre y una mujer, motivada por el amor.

‘Entrega total’ significa una entrega fiel, para siempre y abierta a la vida. De lo contrario no sería una entrega total.
‘Por amor’: Amor es una palabra tremenda. ¿Qué es el amor? Dios es Amor. Conocemos el comportamiento amoroso de Dios a través de Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Consiguientemente podemos decir que amar es entregarse olvidándose de sí, buscando lo que al otro pueda hacer feliz.
De hecho la Iglesia enseña que el ser humano no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. El amor es la principal vocación del ser humano; el amor, y no el egoísmo, es el camino hacia la felicidad.
Pero amor es distinto de enamoramiento. Enamoramiento es una agradable sensación que experimentamos cuando conocemos a aquella persona de la que nos hacemos novios.
Amor es otra cosa. Cuando queremos que el descubrimiento fascinante de aquella persona de la que nos hemos enamorado, no se quede en una agradable sensación pasajera (porque los sentimientos son cambiantes), entonces comprendemos que hay que pasar del enamoramiento al amor.
Esto requiere una decisión que va más allá del corazón. Requiere la intervención de la razón y de la voluntad.
Es la decisión propia de quienes se casan. Los términos de esa decisión de amar, se recogen, resumidamente, en la fórmula del consentimiento matrimonial: “Yo, José, te acepto a ti, María, como mi esposa y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.”
Este es el momento central de la boda y podemos desarrollar un poco más su contenido de la siguiente manera:
“María, he descubierto en ti, en tu persona, unos valores que no quiero perder porque llenan mi vida de sentido. Ahora tengo por quién vivir y para quién vivir. Te amo y quiero que seas feliz. Cuenta conmigo para ello. De hoy en adelante, el propósito de mi vida eres tú, y consiste en procurar tu felicidad. En las buenas, pero no sólo en las buenas; en la salud, pero también en la enfermedad; en la riqueza y también en la pobreza. Si tú eres feliz, yo seré feliz. Si tú no eres feliz, yo seré desgraciado. Por eso mi entrega a ti es total y no parcial; es exclusiva y fiel; es para toda la vida y no temporal; es abierta a los hijos y a su educación, puesto que la posibilidad de los hijos está implícita necesariamente en la mutua entrega de nuestros cuerpos. Esta decisión es el más grande acto de libertad de toda mi vida. Por eso me caso contigo, porque en el matrimonio es donde la entrega mutua de nuestros cuerpos adquiere el pleno significado que Dios le ha dado, como signo real y verdadero de la entrega de toda mi persona: cuerpo, alma y corazón. Hago de mi persona un don, un regalo para ti. Y como hoy me entrego totalmente a ti, desde hoy soy tuyo y no puedo ni quiero disponer de mí mismo sin contar contigo. No puedo ni quiero entregarme a otra persona puesto que ya me he entregado por completo a ti para siempre, y no me pertenezco. Ya no puedo ni quiero disponer de mí, pues tú eres quien dispone de mí. Si no mantuviera esta promesa, tú mi lo reclamarías justamente. Entiendo que mantener esta promesa puede no ser fácil. Por eso siento la necesidad de la ayuda divina. Cuento con la bendición de Dios que recibo en este sacramento del matrimonio, para que Él nos ilumine a ambos, nos fortalezca y nos ayude a purificar y defender este amor frente a todos los enemigos del amor, ya sean enemigos internos, como nuestro propio egoísmo, ya sean enemigos externos como las falsificaciones del matrimonio que abundan en la sociedad actual. Que nuestro amor sea un signo real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo por su Iglesia. Ya no somos dos sino una sola carne. Somos uno: tú, yo y Dios”.

Compartir