santidad1 En el ambiente campesino de Lu de Monferrato –pueblo famoso no solamente por el vino sino también porque las familias han sido una auténtica «viña del Señor» por el número de vocaciones que en ellas han florecido– el ejemplo más conocido es el de la familia Rinaldi.

El Señor llamó a siete hijos de esta familia: dos hijas se hicieron hermanas salesianas y fueron enviadas a Santo Domingo. Fueron valientes pioneras y misioneras. Entre los varones, cinco fueron sacerdotes salesianos. El más conocido de los cinco hermanos, Felipe Rinaldi, tercer sucesor de Don Bosco, sobresale por una historia vocacional singular y al mismo tiempo como gran promotor y acompañante de vocaciones.

A Felipe le gustaba recordar la fe de las familias de Lu: «Una fe que a nuestros padres les hacía decir: ¡El Señor nos ha regalado hijos y si Él los llama nosotros no podemos decir que no!». En el pueblo de Mirabello, en donde Don Bosco había abierto su primera obra fuera de Turín, Felipe tiene la posibilidad de encontrar al santo de los jóvenes y de confesarse con él. Un hecho y una fascinación que lo acompañan y en cierta forma lo persiguen también cuando, al concluir el primer año de colegio, Felipe vuelve a su familia en donde, durante unos diez años, vuelve a trabajar en los campos.

Don Bosco no lo pierde de vista y lo apremia hacia una elección. Bajo la mirada de Don Bosco a los veinte años, durante un coloquio con Don Bosco, tiene lugar otra vez el hecho que ya había notado en Mirabello: «He aquí que su rostro se ilumina. Después, de su persona irradia una luz viva, más viva que la luz del sol, hasta que, transcurridos unos instantes, va tomando nuevamente su aspecto normal». Felipe ya está seguro de su vocación: «Saludados finalmente los parientes, daba la espalda a ese mundo que me había robado los años más bellos de la vida».

Se hace salesiano, y continúa estando bajo la mirada directa y personal de Don Bosco, que traza las tareas y las metas de su camino y a quien Felipe manifiesta una docilidad y obediencia sin reservas. Dada la madurez de su formación, Don Bosco, que ha intuido sus virtudes e inclinaciones apostólicas, en 1883, después de un año de sacerdocio, lo nombra director de los «Hijos de María», es decir, responsable de ese vivero de vocaciones adultas que dará numerosísimos frutos a la Iglesia a través de la creación de un ambiente de verdadera y gozosa familia.

La mirada de Don Bosco lo sigue en los cinco años vividos en Turín, donde goza del privilegio de ir semanalmente a confesarse con él y recibe pruebas de confianza espiritual, que ponen las semillas de una preciosa maduración sacerdotal y salesiana.

Don Rinaldi, enviado a España como Inspector, irradia la presencia salesiana en toda la península, gracias también a la aportación de las Hijas de María Auxiliadora, abriendo en nueve años veintiuna nuevas casas, de modo que se puede afirmar que Rinaldi ha sido el «fundador» de la obra salesiana en España.

A su regreso a Turín como Vicario General de la Congregación, dedica cada mañana en la Basílica de María Auxiliadora más de dos horas al ministerio de las confesiones, a la dirección espiritual, al discernimiento y al acompañamiento vocacional: una obra fecunda y preciosa que continuará también cuando, el 4 de abril de 1922, será elegido Rector Mayor de la Sociedad Salesiana.

El tercer sucesor de Don Bosco, llamado a adaptar el espíritu del fundador a los tiempos nuevos, manifiesta sus dotes de padre y una gran riqueza de iniciativas: cuidado de las vocaciones, formación de centros de asistencia espiritual y social para las jóvenes obreras, guía y apoyo para las Hijas de María Auxiliadora, promoción de la Asociación de los Salesianos Cooperadores, institución de las federaciones mundiales de los Antiguos Alumnos y de las Antiguas Alumnas. Trabajando entre las Celadoras de María Auxiliadora intuye y recorre un camino que lleva a crear una nueva forma de vida consagrada en el mundo y que luego habría florecido en el Instituto secular de las «Voluntarias de Don Bosco».

El impulso que da a las misiones salesianas es enorme: funda institutos misioneros, revistas y asociaciones y durante su rectorado parten para todo el mundo más de 1.800 salesianos.

Para los Hermanos y las Hijas de María Auxiliadora es maestro de salesianidad: con su testimonio personal y con la enseñanza sencilla y concreta de la pedagogía salesiana da un empuje impresionante a toda la vida de las Congregaciones.

El impulso dado a las vocaciones es extraordinario: de 4.000 a 8.000 salesianos y las casas, de 400 a 650.

La beatificación de Don Bosco en 1929 corona su existencia salesiana y le ofrece la ocasión de hacer revivir en su autenticidad el carisma del fundador, apareciendo ante todos como «la imagen viva de Don Bosco». Juan Bautista Francesia, uno de los primeros salesianos, repetía: «De Don Bosco, a don Rinaldi le falta solamente la voz».

Gracias a don Rinaldi, los diferentes Grupos de la Familia Salesiana fueron comprendiendo que era mucho más lo que les unía que lo que los separaba. Solo quedaba dejar pasar unos cuantos años para que pudiésemos decir: realmente “Somos Familia”.

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 254 Noviembre Diciembre 2021

Recibir notificaciones de nuevos lanzamientos:

Suscribirse


Leer más artículos:

 

Compartir