San Salvador, junio 2025. - Con un corazón agradecido, una memoria viva y un espíritu profundamente salesiano, el padre Pepe Moratalla, SDB, celebró sus 50 años de sacerdocio, aniversario que se cumplió el pasado 29 de mayo y para conmemorar esta significativa fecha, se realizó una misa en su honor, el domingo 1 de junio en la Parroquia María Auxiliadora Don Rua, fue acompañado por cientos de fieles, amigos y miembros de la familia salesiana.
La celebración fue una muestra del amor y respeto que la comunidad le tiene a quien, hace ya cuatro décadas, llegó a El Salvador desde su natal España para entregar su vida a la juventud y a los más necesitados. La Orquesta Sinfónica Juvenil Don Bosco acompañó la eucaristía, en un homenaje musical que resonó tanto en los muros del templo como en los corazones presentes.
Durante su homilía, el padre Pepe compartió con sencillez y cercanía parte de su historia personal, en un testimonio que conmovió a todos los asistentes. Rememoró su infancia en un pequeño pueblo de La Mancha, en España, donde a los ocho años soñaba con ser “el espía” de una pandilla juvenil de barrio. Ese espíritu inquieto y determinado ya mostraba lo que más tarde sería una vida de entrega tenaz a la misión.
“Me lancé sobre el líder de la pandilla, me agarré de su pierna con fuerza y no lo solté”, relató entre sonrisas. “Luego hice de esto, un modelo de mi oración. Creía que a Dios cuando se le pide las cosas, él te las concede, porque tú se las pides, entonces debes aprender a pedirlas haciendo las cosas bien hechas, y retomaba como ese leproso del Evangelio que se lanzó a los pies de Jesús y le dijo: ‘Señor, si quieres, puedes sanarme’” entre risas, silencios y la feligresía atenta añadió “Yo me decía, ya sé cómo tiene que ser mi oración, es ser necio, es pedir algo y Jesús porque te quiere tanto te lo concede y siempre te va a responder con esa palabrita: lo que tú quieras que se haga, lo que tu deseas tanto, así era mi oración y aquello no funcionaba.”
Ese episodio, que unió su niñez con su fe, se convirtió en símbolo de su forma de orar: con necedad, con confianza y con entrega total. Una forma de vida que ha marcado su sacerdocio, no solo en palabras sino en acción constante.
La homilía avanzó como un viaje de vida. El padre Pepe relató su llegada a Centroamérica en 1979, su paso por Nicaragua, y su primer gran reto pastoral con jóvenes que venían de la guerra. “Me rechazaban, no me entendían y yo no los entendía… pero descubrí que les gustaba declamar y bailar, así que montamos Jesucristo Súper Estrella. A partir de ahí, todo cambió”.
Ese momento fue el punto de inflexión. El arte como herramienta educativa y pastoral se convirtió en su sello. Conmovido, relató cómo el mismo joven cuya madre pedía su salida del colegio, terminó liderando los aplausos tras el éxito teatral: “Este triunfo tiene un rostro y se llama Pepe Moratalla”.
En su narración también recordó la noche en que tuvo una pistola apuntando a su nuca durante un operativo de los sandinistas, que termino con su expulsión en Nicaragua “por la noche un operativo a la residencia de los salesianos, por el director, por el padre Pepe Moratalla, entraron ahí, de pronto me vi en el suelo y una pistolita en la nuca” con asombro muchos de los feligreses miraban como el padre mencionaba con cierta calma esa etapa de su vida, continuo añadiendo “Pensé: ya está, esto huele a martirio, y me voy directo al cielo… pero, me vino la idea del buen salesiano, de Don Bosco y voy pensando en el trabajal que había por hacer y me dije: no puedes irte todavía”.
El Salvador lo recibió en 1985 y desde entonces no ha parado. “Ya soy más guanaco que español”, dijo entre risas. Y es que, en estas tierras, encontró su misión definitiva: educar, formar, rescatar y soñar junto a los jóvenes. Gracias al apoyo de bienhechores y al esfuerzo constante, ha impulsado una educación integral que hoy da frutos notables. Uno de sus alumnos, por ejemplo, ha sido reconocido por catedráticos en España como un prodigio musical salido de Tonacatepeque. “Estoy asombrado de la calidad artística del salvadoreño. Ustedes tienen un corazón inmenso y un talento increíble”, expresó con emoción.
El sacerdote salesiano agradeció a todos quienes han sido parte de este camino, destacando que todo lo logrado es fruto del trabajo conjunto. “Gracias por permitir que lo que lo que era una quebrada de aguas negras, ya tiene un relleno de 25 metros de altura, hicimos una bóveda de kilómetro y medio, han salido unas canchas de fútbol extraordinarias y un ambiente educativo fenomenal, ahí en ese contexto donde está este método, este medio educativo partiendo siempre del arte, sobre todo del arte, es el humanismo, la iglesia es experta en humanismo”.
Al finalizar la misa, decenas de personas se acercaron a felicitarlo, a tomarse una fotografía con él o simplemente a darle un abrazo. El rostro de padre Pepe reflejaba una profunda gratitud y alegría. “Gracias, Señor, porque me has traído aquí. Aquí me quedo, hasta que el cuerpo aguante”, concluyó.