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Victor Julio con alumnos de CEDES Don Bosco. Costa Rica, San José, septiembre 2011.- Hace 38 años el hermano Víctor Julio Arias Quesada, oriundo de Palmares, viajó a Brasil a trabajar en las misiones.

Hoy se encuentra de vacaciones en Costa Rica y visitó CEDES Don Bosco, para motivar a los jóvenes a integrarse a las misiones salesianas   que han ayudado tanto a personas olvidadas por los gobiernos y la sociedad en diferentes partes del mundo.

Su primera casa fue en Río Negro, en la selva Amazónica, con el grupo étnico Tukano o Daesa. Posteriormente,   vivió en Tarawa, Palcahoé, Matunquá.   Estas vivencias en el corazón del Brasil,   le ha permitido crecer espiritualmente y ser una persona transparente y feliz, asegura.

La peculiar firma que caracteriza al misionero invitado. La oración como bastión

El hermano Víctor Julio, supo ganarse el corazón de estos pueblos gracias a su amor a la vocación como salesiano. Y ¿comó lo logró? “Mi principal apoyo, mi principal fortaleza la encontré en   la oración diaria, sin rezar, no podría haber vivido todos estos años con tanta fe”, añade.

Explicó también,   que la experiencia no ha sido nada fácil ya que   sufrió de paludismo   y fiebre amarilla que lo tuvieron al borde de la muerte. Además recordó que en una ocasión, subiendo por un peñasco con un equipo de transmisión de radio, cayó y se fracturó la rodilla.   Gracias al sistema de comunicación llegaron a socorrerlo a tiempo y trasladarlo a Belem para operarlo.

Pero lo que nunca imaginó este misionero, es que al ingresar a la región amazónica,   pudiera con el transcurrir de los años, hablar una serie de dialectos que le ayudarían a integrarse a los grupos étnicos y ser parte de esa familia. Por eso recomendó a los estudiantes conocer bien de gramática   que les facilitaría el aprendizaje de cualquier idioma.

Aprendizaje mutuo

De acuerdo con el relato de Arias Quesada, los indios   se alimentan básicamente de peces, de frutos y tubérculos. Sufren muchas enfermedades propias de la amazonia, por lo que los salesianos han ido poco a poco motivándolos a que se establezcan en sitios más seguros. Por medio del trato amable, respetando siempre sus creencias, les enseñan normas mínimas de higiene y de salud y les llevan la palabra del Señor.

Victor Julio y el P. Gabriel Romero. El hermano Víctor ha aprendido muchas cosas de los indígenas, ya que son personas buenas, amigables, respetuosas, sencillas, amantes de la naturaleza, que no contaminan y   viven en paz con la madre tierra. Además sabe respetar y convivir con una serie de ritos y costumbres de las mencionadas tribus.

Cuenta que las creencias no les permiten convivir con personas que tengan algún defecto. Tampoco aceptan   niños gemelos al nacer por lo cual se siente muy orgulloso, de haber podido convencer a unos padres de dejar vivir a un par de ellos que hoy superan los 20 años. Para ello les ofreció ayudarles con la alimentación de los niños. Hoy estos hermanos lo aprecian y tratan como un padre.

Con mirada dulce y profunda,  el hermano salesiano Víctor Julio Arias,    indica que el trabajo con los indígenas ha sido el regalo más grande que Dios le ha dado.

Se siente orgulloso de que ya hay 14 jóvenes estudiando para el Magisterio y que, pronto, varios de ellos se convertirán en maestros para los mismos niños de las tribus.

Hoy, a sus 77 años de edad le da gracias a Dios haber tenido esta gran oportunidad que le ha permitido crecer espiritualmente, según sus propias palabras.

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