- Por José Miguel Nuñez /
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En un ambiente positivo, de extraordinaria familiaridad y confianza, Don Bosco propone a sus chicos una experiencia de hondura creyente y de radicalidad evangélica. En el oratorio, la educación se convierte en un auténtico lugar teológico para la evangelización. Algunos no supieron compartirlo, otros vivieron rutinariamente una religiosidad capilar, pero muchos de sus jóvenes encontraron en él a un maestro de espíritu que les acompañó en el descubrimiento de Dios, en quien centraron la propia vida porque fue ese el tesoro más preciado que encontraron nunca.
Junto a Don Bosco experimentaron la bondad y la misericordia de Dios, descubrieron el gozo del perdón y la grandeza del proyecto de vida de las bienaventuranzas del Reino. Jesucristo fue su amigo; su palabra, camino de vida; la Eucaristía, fuerza para vivir una entrega cotidiana sencilla y generosa.
- Por José Miguel Nuñez /
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El 30 de octubre de 1835, el joven Juan Bosco entraba en el Seminario para iniciar su preparación al sacerdocio. La tarde anterior, Mamá Margarita llamó a su hijo y le dijo:
“Querido Juan, cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen; al iniciar los estudios te recomendé la devoción a nuestra madre; ahora te aconsejo ser todo suyo: ama a los compañeros devotos de María y, si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María”.
El mismo Don Bosco recuerda con cariño las palabras de su madre en las Memorias del Oratorio. Juan, con lágrimas en los ojos, le respondió:
“Madre, le agradezco cuanto ha dicho y hecho por mí; sus palabras no han sido dichas en vano y las conservaré como un tesoro durante toda la vida”.
- Por José Miguel Núñez /
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Todo comenzó en un cobertizo. Hoy, la capilla Pinardi recuerda con un estupendo fresco del en el frontal de la pequeña iglesia, que aquel domingo de abril, cuando Don Bosco y sus muchachos llegaron a aquel lugar, era Pascua. Él mismo lo recuerda en las memorias del oratorio.
Reuní a los chicos a mi alrededor y me puse a gritar con voz ponente: “Ánimo, hijos míos, ya tenemos un Oratorio más estable que en el pasado; tendremos una iglesia, sacristía, locales para clases y terreno para jugar. El domingo iremos al nuevo Oratorio que se encuentra allá en casa Pinardi”, y les señalaba el lugar… Al domingo siguiente, solemnidad de Pascua, 12 de abril, trasladamos todos los enseres de la iglesia y los juegos, para tomar posesión del nuevo local.
Don Bosco recordó bien aquella fecha. Era Pascua de Resurrección. Como si de un nuevo renacer se tratase, como si Cristo Resucitado, liberado de los brazos de la muerte, abriese de nuevo en dos el mar para que Don Bosco y sus muchachos, atravesando hacia la orilla, llegasen a la tierra prometida; Valdocco era el cumplimiento del sueño, el lugar señalado por Dios para llevar adelante su obra liberadora a favor de los jóvenes más abandonados y en peligro.
- Por José Miguel Núñez /
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Don Bosco escribió en 1847 un manual de oración para sus muchachos del oratorio. Lo tituló “El joven instruido” y fue una referencia constante en la vida de Valdocco y de la futura congregación salesiana durante generaciones. No era tan solo un manual, sino que además contenía una propuesta espiritual donde nuestro padre expresó su manera de entender la vida cristiana de los jóvenes.
En el prólogo, Don Bosco escribió:
“Queridos jóvenes, los amo de todo corazón y me basta que sean jóvenes para que los quiera de verdad (…). Alcen los ojos, hijos míos y miren hacia lo alto…”
- Por José Miguel Núñez /
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Coincidirán conmigo en que, a veces, los recuerdos más sencillos que guardamos en nuestra mente son los más elocuentes y expresivos. Los pequeños sucesos aparentemente sin importancia le dan la viveza necesaria y el colorido más hermoso a la realidad que atesora nuestra memoria.
Eso sucede también con nuestra historia salesiana. Los recuerdos más simples de aquellos primeros años del inicio del Oratorio nos sitúan ante la frescura de una manantial naciente que nos regala el agua cristalina y fresca de un torrente en crecida.
Juan Bautista Francesia, uno de los primeros muchachos que se quedan con Don Bosco en Valdocco, nos ha transmitido el recuerdo de pequeños sucesos que acaecían en un perdido rincón del Piamonte italiano.
- Por José Miguel Nuñez /
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En julio de 1854 la ciudad de Turín se disponía a hacer frente a una epidemia de cólera que amenazaba con hacer grandes estragos, sobre todo entre la población más débil y desprotegida. Desde las administraciones públicas se daban instrucciones para la prevención, de manera que se pudiera hacer frente a la enfermedad en las mejores condiciones higiénicas y sanitarias posibles.
Inevitablemente, a finales de julio, la epidemia empezó a golpear en los barrios más pobres, extendiéndose con facilidad a toda la ciudad.
Don Bosco tenía albergados en casa a casi un centenar de muchachos e hizo todo lo que estuvo en su mano para que el Oratorio conservara condiciones higiénicas óptimas y los muchachos pudieran estar preservados ante la mortal enfermedad.
Pero enseguida se dio cuenta de que no era suficiente. No podía permanecer encerrado en su casa asegurando el cuidado de sus chicos mientra allá afuera la gente se moría y sufría lo indecible. Una vez más, la casa del pobre se hace cauce de solidaridad y Don Bosco decide proponer a sus muchachos unirse al movimiento de voluntarios que se está organizando por toda la ciudad.
- Por José Miguel Núñez. /
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Escribe Don Bosco en las Memorias del Oratorio, refiriéndose a los orígenes de Valdocco y el inicio de los talleres en el Oratorio: “Apenas se pudo disponer de otras habitaciones, aumentó el número de aprendices artesanos, que llegó a ser de quince; todos escogidos de entre los mas abandonados y en peligro” (en el original añade: 1847).
Don Bosco escogió –lo expresa él mismo con claridad– , a los jóvenes más abandonados y en peligro para el inicio de su Oratorio. En nuestra familia, la preocupación por los últimos, por los más pobres, por los más abandonados ha sido siempre una constante y es una herencia comprometedora que hemos recibido de nuestro padre.