Carlos Daniel Jesús es la palabra de Dios que viene a ser “misionero” entre nosotros. Por eso se presenta diciendo: “He sido ungido por el Espíritu Santo para traerles el Evangelio” (Lc 4, 18).


Jesús, en su evangelización, da suma importancia al diálogo personal en los hogares, en la calle, en todas partes. Cuando llega a visitarlo el intelectual Nicodemo, quiere tener con Jesús una discusión de tipo teológico. Jesús lo baja a su realidad. Le hace ver que lo que él necesita es “un nuevo nacimiento”, una conversión. Debe comenzar por el agua, por la purificación de sus pecados. Luego debe contar con el poder del Espíritu Santo para llegar a la auténtica conversión. El Evangelio describe con caridad al pensativo Nicodemo que se queda intrigado por el diálogo. El Señor lograba que sus oyentes identificaran su pecado, su falta de conversión. No los dejaba allí. Inmediatamente les ofrecía agua que sirve para la “Vida eterna”.


La evangelización en las casas
Los discípulos aprendieron bien las lecciones que Jesús les había dado. Cuando ya no pudieron predicar en las sinagogas, porque no se lo permitían; cuando ya no podían organizar grandes asambleas al aire libre porque era prohibido para ellos, iniciaron su evangelización en las casas, en las reuniones de amigos, en sus lugares de trabajo.


El libro de Hechos de los Apóstoles ha conservado la fotografía de lo que era una reunión familiar de la evangelización y culto. Hechos 2, 42-46 menciona las notas características de una reunión de esa clase: Allí había enseñanza de los apóstoles, oración gozosa y espontánea. Eucaristía y comunidad de amor, características que nunca deben faltar en una reunión eminentemente cristiana. El mismo libro de Hechos destaca la participación de Pedro en la casa del militar Cornelio. El militar ha preparado a su familia; son personas de oración y de obras de misericordia. Pedro encuentra un terreno abonado. Después de la predicación de Pedro, se derrama el Espíritu Santo sobre todos los de aquella casa.


Pablo evangeliza en la cárcel a la familia de su carcelero. En una misma noche, todos son bautizados. Pablo, más tarde, va a aprovechar el ofrecimiento que le hace la comerciante Lidia para convertir su casa en centro de evangelización. Por eso en Troas se le encuentra celebrando una eucaristía, un domingo, en una casa particular. En Mileto, reúne a los ancianos para evangelizarlos, y les dice “No he omitido nada de cuanto les podía ser útil. Les he dado avisos y enseñanzas en público y en privado” (Hch. 20, 20). Cuando Pablo está en la cárcel en Roma, le permiten visitas; él aprovecha para reunir a los hermanos y evangelizarlos. De allí que a Onésimo lo llame un “hijo engendrado entre prisiones”. Onésimo era un esclavo que se había convertido en la cárcel, al visitar a Pablo.


La casa de la mamá de San Marcos fue centro de evangelización de las primeras comunidades. San Clemente de Alejandría narra que su conversión se debe a que lo invitaron a una casa en donde esa noche iba a predicar San Pedro. En esa casa, San Clemente se encontró con Jesús por medio de la charla de Pedro. Suma importancia dieron al hogar las mujeres para la conversión de sus esposos paganos. Pedro les hacía ver a las mujeres cómo la mejor manera de llevar a sus esposos a Jesús era su testimonio de vida y de oración. También los esclavos desempeñaron un papel muy importante en la evangelización de las familias de la aristocracia, en las casas en las que servían. A su manera, los esclavos comunicaban el mensaje de Jesús a sus señores y trataban de acercarlos a las comunidades cristianas.


Nuevo ardor, nuevos métodos
Los descubrimientos arqueológicos de Ostia y Roma han revelado que muchas familias cristianas, en los siglos II y III, colocaban imágenes cristianas en las paredes. Cuando llegaba algún pagano y pedía una explicación acerca de la escena evangélica de algún mosaico, el dueño de la casa aprovechaba para presentarle el mensaje de Jesús. El hogar es un lugar privilegiado para la evangelización, Allí se puede dialogar, preguntar, exponer dudas. Allí la persona puede ser alcanzada en su necesidad particular, en su vida pecaminosa.


El segundo capítulo de Hechos destaca cómo la Eucaristía se comenzó a celebrar en las casas particulares. Se recuerda que los primeros cristianos iban todos los días al Templo, pero que la Eucaristía -la fracción del pan- se realizaba en las casas particulares (Hch. 2, 42-46). En Troas aparece un grupo de cristianos en una vigilia de oración. Pablo predica largamente, tanto así que el joven Eutiquio se duerme, cae de un segundo piso y muere. Pablo lo resucita.


El libro de los Hechos, como resumiendo la evangelización que Pablo llevaba a cabo por las casas, apunta: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaba de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch. 5, 42). También en el mismo libro se dice que en Roma “Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el Reino del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hch. 28, 30-31).


Los primeros cristianos recordaban muy bien que Jesús los había enviado a evangelizar de casa en casa y les había dicho: “En cualquier casa en donde entren primero digan: La paz sea en esta casa. Y si hubiera allí algún hijo de paz, la paz de ustedes reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes” (Lc. 10, 5-6).


Una asamblea grande tiene muchas veces el inconveniente del anonimato. Allí es muy difícil que la persona se sienta conocida, amada, enviada a evangelizar. La gran comunidad del día domingo debe ser la reunión de todas las pequeñas comunidades parroquiales, que se congregan para sus actos de culto y para la enseñanza eclesiástica. Si la asamblea dominical es la reunión de las pequeñas comunidades, entonces no será una asamblea de desconocidos, sino de personas aunadas por la Palabra, por el amor, por la misión evangelizadora recibida de Jesús.


Estas pequeñas comunidades, en las casas particulares, deben ser centros de evangelización semanal. Allí los cristianos deben fortalecerse en su fe y ayudarse para perseverar en el camino del Evangelio y llevarlo a los demás.

 

 

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