Volvamos a Dios de todo corazón Sería muy útil para la sociedad, lograr acuerdos sobre valores éticos fundamentales, que sean admitidos por todos.

Debemos admitir, sin embargo, que el comportamiento ético y los valores universales tienen su fundamento en Dios creador.

Ilustramos esta afirmación con el argumento de la novela rusa de 1880 'Los hermanos Karamazov' escrita por F. Dostoyevski:

Entre los hijos del anciano Fiódor Karamazov, se encuentra el racionalista Iván, el cual se cree muy moderno porque afirma que Dios no existe y que, "si Dios no existe, todo está permitido". No importa lo que hagas, no pasa nada.

A su hermano Pavel le gusta mucho este razonamiento, hasta el punto de que lo lleva a la práctica asesinando a su propio padre Fiódor, para que la herencia familiar no pase a la nueva novia del anciano. El anciano padre debe morir antes de la boda.

No sólo, Pavel hace las cosas de modo tal que el principal sospechoso del crimen sea un tercer hermano, Dimitri; el cual tiene fama de parrandero, derrochador y pendenciero.

En efecto, Dimitri es detenido, juzgado y condenado por parricidio.

Pavel, el asesino, esperaba tener el aplauso de su hermano ateo Iván. Pero Iván, en cambio, queda horrorizado por la atrocidad cometida por Pavel: matar a su propio padre Fiódor por ambición, y lograr que su hermano Dimitri fuera deportado a Siberia.

El incrédulo Iván toma conciencia de la influencia negativa que él mismo, con su doctrina atea, ha ejercido sobre su hermano Pavel. Y se reconoce cómplice indirecto de estas atrocidades.

Por eso Iván termina admitiendo que no es posible que todo sea permitido. Debe haber Alguien a quien el ser humano tiene que rendir cuentas de sus actos. Ese Alguien no puede ser otro más que un Dios que, además de ser amoroso y creador, sea también legislador y remunerador.

No es posible que los crímenes queden impunes y que las personas inocentes no sean reconocidas como tales. Nuestras acciones tienen consecuencias. Estamos obligados a hacer el bien y evitar el mal. Al final de la vida cosecharemos lo que hayamos sembrado.

Hoy día reina esa misma mentalidad racionalista de Iván en la vida práctica de nuestros contemporáneos. Hemos desplazado a Dios de nuestra cultura y, se piensa que todo está permitido. No hay nadie a quien debamos rendir cuentas. De ahí tantas atrocidades, libertinaje y corrupción.

Pero la realidad es muy distinta: Dios existe y existe la verdad. Y, para nuestro bien, Dios establece límites a nuestra conducta para que no nos envilezcamos a nosotros mismos y para que nos respetemos y nos amemos los unos a los otros.

La tendencia materialista de nuestra sociedad, que aparta a Dios de las Instituciones, de los Medios de Comunicación Social y de la Educación, no está contribuyendo a un mundo mejor. Todo lo contrario.

Por ello debemos recapacitar y admitir que el fundamento de la Ética y de los valores universales, está en Dios mismo. Debemos volvernos hacia Dios.

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