nukamariflickrfree En mi país, al menos hace unas cuantas generaciones cuando yo aún disfrutaba de la felicidad rotunda de la niñez, a los hermanos que compartían únicamente uno de sus progenitores se les decía que eran medios hermanos.
Creo que, en parte, esto obedece a una sociedad que todavía tiene que crecer en el tema de equidad de género y constantemente pone a prueba su propia capacidad humana (aunque esto es algo mundial, no de un solo país). Para ser honesta, les confieso que desconozco si el término es social, política o gramaticalmente correcto, pero personalmente no me gusta.

Me desagrada pensar que, cuando esté grande, mi hijo presente ante sus amigos a Fernando como su medio hermano, ¡o viceversa! Son hermanos, sin medios términos ni nada. Su papá es el mismo y su hogar y principios de formación serán también iguales; esto, salvando las diferencias individuales que surgen por cuestiones de personalidad más que de crianza, aunque en mi caso también hay matices en este último aspecto.

En los hijos de mi familia, de nuestro matrimonio, los niños están creciendo juntos, se les está inculcando el respeto, cuidado y amor entre hermanos sin diferencias y por eso es que estoy convencida de que está fuera de lugar eso de no sentirse completamente hermanos.

También tengo que reconocer y respetar que hay casos distintos, en los que los hermanos no se conocen entre sí durante varios años o hay diferencia muy grande de edad entre unos y otros y no crecieron juntos o lo hicieron en medio de relaciones familiares adversas, viudez, divorcios y muchas otras circunstancias que en este momento se me escapan de la mente.

Sin embargo, creo que deberíamos llamar a los hijos de nuestros padres como hermanos y tratar de botar poco a poco las limitantes en ese sentido, porque, aunque seamos partidarios de una estructura familiar tradicional, nuestra realidad es bastante diferente y, si no podemos cambiarla por completo y de un momento a otro, al menos tenemos que adaptarnos de manera muy humana y/o cristiana a situaciones como esta para poder acercarnos lo más posible al ideal familiar. Además, la ley actual favorece por igual a los niños, al margen de las circunstancias legales en que hayan nacido.

No voy a negar que este tipo de convivencia es un reto y que hay momentos en que se vuelve difícil y se cometen errores que luego hay que buscar cómo reparar. Pero creo también que precisamente esa es la diferencia: la actitud respetuosa, amorosa y humilde de buscar y encontrar de nuevo el camino, porque los errores los cometeremos siempre y deberán servirnos para convertirnos en mejores personas, mejores padres y mejores hermanos. Si bien es cierto que existe una diferencia biológica entre los hijos propios, los adoptados, los de nuestras parejas o amigos, ese contraste se disipa entre los hermanos o al menos debería disiparse.

¿Por qué creo eso? Porque cuando mi esposo o yo estemos ausentes (por las razones que sea, incluida la muerte) a mi hijo le quedará primordialmente su hermano como familiar directo y si no han aprendido a fortalecer lazos con amor, respeto, cuidado y perdón no podrán ayudarse y ser solidarios para resolver la cotidianidad de sus vidas.

Yo quiero que mi hijo pueda contar con su hermano, y que Fernando pueda acudir a Gabo, su hermano, cuando lo necesite. Más allá de eso quiero que encuentren lo que necesitan y buscan, que hallen consuelo, comprensión y apoyo cuando sean adultos, adolescentes o ahora en este momento en que todavía están pequeños.

Y eso lo tenemos que construir con mi esposo hoy que los niños están formando sus personalidades, aprendiendo las reglas de la vida, los principios que los guiarán de adultos. Las peleas, enojos, frustraciones y sentimientos desagradables no los podemos evitar ni ocultar, están allí, son parte de la relación entre ambos.

Lo que sí podemos hacer es enseñarles qué hacer con esas emociones y como ir más allá de eso, enseñarles a actuar con responsabilidad entre ellos, transmitirles paciencia, compasión, tolerancia, e indulgencia. Si esperamos a que crezcan para darnos cuenta que les falta una actitud solidaria, de amor y apoyo entre ellos, probablemente ya no estemos a tiempo de ayudarles. ¡Así que nada de hermanos a medias! Hermanos cada día y por completo con los momentos alegres y los difíciles incluidos, para superarlos juntos.

Que tengan un día muy feliz. Espero sus comentarios, consejos e ideas. Hasta luego.

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