Jessica compartiendo de su tiempo con los niños del oratorio. Cuando niña viví con mis abuelos por mucho tiempo en una casa rodeada de imágenes de santos, los cuales nunca me gustaron,  al contrario me asustaban y mucho.

Luego de unos años (a los 9 años)  me mudé con mis padres y en esa casa solo había un santo, uno que se reía.  Pensé en algún momento que era un familiar de mi papá porque se veía cercano y para él era muy importante pues un tiempo después puso la foto en un marco.

Un día. mi papá me habló  de Julio Gaitán, otro personaje muy importante para él, llegue a confundir las historias, pero guarde el sentimiento especialmente heredado...


Cuando llegué al Oratorio San Luís Gonzaga del Colegio Santa Cecilia en Santa Tecla (El Salvador),  entendí todo. Conocí al Hno. Julio Gaitán, en ese momento solo quería llorar y agradecerle el inmenso amor mostrado hacia mi padre, quien era  un oratoriano más,un niño  huérfano que encontró ahí un patio para jugar, casa, iglesia y escuela, además de la imagen paterna que le hacia falta, un hombre que comprendió que a los niños y niñas nunca se les pega, que jugar y hablarles con amor era el secreto para educarles y comprenderles.


Agradecí una y mil veces más por haber conocido a Don Bosco y desde entonces dediqué un poco de mi tiempo a la obra.

Don Bosco, el único Santo que se rié.  Sus casas son más que un lugar...Son un hogar.

Compartir