rectormayor1 El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, visitando Brasil el 19 y 20 de marzo 2011 para ampliar y mejorar las relaciones político-comerciales entre ambos países, en la charla a los hombres de negocios recordó el sueño de Don Bosco acerca de la ciudad de Brasilia.

Lo hizo al concluir su charla de unos veinte minutos, diciendo:  “Brasilia es una ciudad joven,  de 51 años apenas, pero tuvo inicio hace más de un siglo: en 1883 Don Bosco tuvo la visión  de  que un día la capital de un grande país sería construida entre los paralelos 15 y 20, sería  el modelo del futuro y garantizaría oportunidad a todo ciudadano brasileño”.

Un pequeño globo oscuro
El objeto más conmovedor de los cuartitos de Don Bosco en Valdocco es un pequeño globo oscuro que representa la tierra en forma algo aproximada. Casi no se ven los límites entre las varias naciones y el mundo se  presenta extrañamente fundido en una compacta solidaridad.      

“Frecuentemente el joven Miguel Rua le oyó exclamar: ‘Oh, si tuviera doce sacerdotes a mi disposición, cuánto bien podría hacerse. Los enviaría a predicar las verdades de nuestra Santa Religión a las iglesias y hasta a las plazas.’ Y, a veces, echando un vistazo sobre el mapamundi, suspiraba al ver que muchas regiones permanecían todavía en la sombra de la muerte, y mostraba ardientes deseos de poder llevar un día la luz del Evangelio a lugares no alcanzados por otros misioneros” (MB 3, 421).

El mismo ardor apostólico aprendido en la escuela de Cafasso y que lo había empujado a identificar como campo de acción el mundo de los jóvenes pobres y abandonados, estará en la base de la decisión de Don Bosco de abrir la Familia Salesiana a las misiones. Lo subrayó Don Rua: “Fue esta necesidad de salvar almas que le hizo parecer estrecho el viejo mundo y lo empujó a enviar a sus hijos a las lejanas misiones de América” (BS 21 - 1897).  

En los años del Convitto, bajo el influjo de la literatura misionera, Don Bosco había soñado unirse a los Oblatos de la Virgen María para las misiones entre los Indios de América del Norte. Fue lector asiduo de los Anales de la Propagación de la Fe ya desde 1848. Pero el impacto decisivo que aceleró la vocación misionera de la joven  Congregación Salesiana le vino en ocasión del Concilio Vaticano Iº (1869-70): muchos obispos de América, África y Asia aprovechaban la venida a Roma para enrolar a clero y hermanas; entraron en contacto con Don Bosco, visitaron Valdocco e hicieron propuestas de fundaciones. El lo percibió como un signo de la voluntad de Dios y se entusiasmó. En este contexto, en 1871/72 se coloca el primer sueño misionero:

“Me pareció encontrarme en una región salvaje y totalmente desconocida. Era una inmensa llanura enteramente inculta, en la que no se descubrían ni colinas ni montes. En sus lejanísimos confines se perfilaban escabrosas montañas … Vi entretanto en lontananza un grupo de misioneros que se acercaban a los salvajes con rostro alegre, precedidos por un pelotón de muchachos. Yo temblaba pensando: ‘Vienen para hacerse matar’. Y me acerqué a ellos; eran clérigos y sacerdotes. Los miré atentamente y vi que eran nuestros salesianos. Los primeros me eran conocidos y, si bien no pude conocer personalmente a otros muchos que los seguían, me di cuenta de que eran también misioneros salesianos, precisamente de los nuestros”.

Bajo el influjo de las ideas de su tiempo, pensaba las misiones en el sentido más estricto, los paganos, y en el sentido más romántico, entre pueblos crueles y salvajes. Un papel importante lo jugó también su visión católica de la Iglesia, enviada a todos los pueblos, así como el concepto de la vocación salesiana como don concedido por Dios a los jóvenes del mundo entero, unida a preocupaciones anti-protestantes. Los principios de misiología del tiempo eran los del crecimiento que transforma, de la lucha que conquista, del testimonio evangélico hasta el martirio. El Vayan al mundo entero sonaba para él como mandato jurídico-eclesial: por eso quiso que sus misioneros fueran a Roma para recibir la bendición del Papa.

La vanguardia de un gran
ejército
Entre muchas otras, su sentido práctico le hizo preferir la propuesta argentina: allá iban miles de emigrantes y sus misioneros no se habrían hallado aislados; allá había una sociedad civil lista para apoyar la obra; y allá se encontraban también los “salvajes” de sus sueños. Las cartas y los informes de Cagliero y de otros acerca de la Patagonia real habrían modificado radicalmente la visión romántica de Don Bosco, dispuesto siempre a adaptarse a las situaciones y a ver en ellas la voz del Señor. La estrategia cambió: fundar obras como la de Valdocco (colegios, parroquias y oratorios), que fueran centros de formación para la fermentación de las nuevas naciones de América Latina y de allí partir, para servir con misiones a los pueblos indígenas.

Así el modelo tradicional de misión fue renovado con elementos sacados del carisma oratoriano, que da gran importancia a la instrucción y al cuidado de la juventud. También los aspectos de organización han cambiado: los misioneros salesianos no eran solamente testigos y apóstoles que lo abandonaban todo para anunciar el Evangelio. Ellos, como la punta de un iceberg, como la vanguardia de una grande armada, se sentían expresión de la entera Familia Salesiana, que los apoyaba espiritual y materialmente y que participaba de sus alegrías y penas, de sus éxitos y dificultades.

Don Rua lo recordó a los Cooperadores: “Los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, como cuerpos de un ejército en campaña, cumplirán con su deber, poniendo a disposición de Dios y del prójimo su  voluntad, su salud, su vida; los Cooperadores y las Cooperadoras hagan por su lado lo que los buenos papás y las buenas mamás en una familia hacen por sus hijos cuando están empeñados en una batalla” (BS 14 – 1890).

La cartas de los misioneros publicadas en el Boletín comunicaban cada particular, cada proyecto, cada realización, cada éxito, cada sufrimiento, cada dificultad. Todos podían conocer y participar de sus trabajos apostólicos, gozar y estar orgullosos de ellos, sufrir por sus lutos, apoyarlos con la oración, colaborar económicamente. Y  los misioneros, sintiéndose parte de  la grande familia de Don Bosco, apreciados, apoyados, animados y amados, supieron implantar eficazmente el carisma salesiano en todas partes del mundo.

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