Rm «Ya cuando me encontraba en la iglesia de San Francisco de Asís, advertí la necesidad de una escuela. Hay muchachos bastante avanzados en edad que ignoran todavía las verdades de la fe. Para éstos, la pura enseñanza verbal resulta larga y, casi siempre, pesada, por lo que fácilmente terminan por abandonarla. Se intentó darles algo de clases, pero no se pudo por falta de locales y maestros aptos que nos quisieran ayudar. En el Refugio y, más tarde, en la casa Moretta, iniciamos una escuela dominical estable e, incluso, una escuela nocturna regular al trasladarnos a Valdocco. Para obtener ciertos resultados se enseñaba una sola materia a la vez. Por ejemplo, un domingo o dos se impartía o repasaba el alfabeto y el silabeo; a continuación, se tomaba el catecismo elemental, en él, se hacían ejercicios con las sílabas hasta que fueran capaces de leer una o dos de las primeras preguntas del catecismo; y esto servía de lección durante la semana. De esta forma, pude conseguir que algunos lograran leer y estudiar por sí mismos páginas enteras del catecismo» (Memorias del Oratorio, 132).

rectormayor2 La triada salesiana

Un patio, una iglesia, una escuela: la tríada esencial de la casas salesiana era viva y eficaz desde el inicio.

La experiencia de la “casa anexa al Oratorio de San Francisco de Sales” se inspiró en el modelo romano (San Felipe Neri) y lombardo (San Carlos Borromeo). Don Bosco lo transformó en una realidad educativa mucho más compleja y articulada. La acción pastoral y catequística se integraba con juegos, música y teatro. La oferta formativa integral comprendía educación moral y cívica, instrucción, formación profesional, acogida y beneficencia, tensión social y misionera y experiencia de vida comunitaria.

De ello brotó un conjunto educativo-cristiano totalmente nuevo, adaptado a las exigencias de los tiempos y de los nuevos jóvenes, capaz de injertarse en manera fecunda en los más diversos ambientes geográficos y culturales, de las grandes ciudades y de los pequeños centros.

El carisma salesiano halla en el Oratorio festivo su fuente y su modelo. De hecho ha podido extenderse en el mundo entero y dar frutos notables en los campos de la educación y de la formación, marcando las realidades sociales y eclesiales. Su feliz inserción en el colegio y en la escuela católica tradicional ha renovado profundamente a la escuela profesional y técnica organizada según el método de Don Bosco.

El modelo imprescindible

El Oratorio festivo continuó siendo siempre la actividad más querida del corazón de Don Bosco, la más fresca y dinámica de sus instituciones, la más cercana al sentido popular y a los gustos de los jóvenes. Para poder mantener su vitalidad e inspiración pedagógica, todas las demás obras salesianas han tenido que modelarse siempre en esa experiencia inicial, secreto de su vitalidad.

El Oratorio las ha inspirado sobre todo en cuanto a los destinatarios privilegiados (los hijos del pueblo); al tipo de relación educativa que mira a conquistar la confianza; a la espiritualidad y al celo que debe alimentar el educador (el cual no debe ser solo un buen profesional de la didáctica o de la pastoral); al cuidado del patio como lugar de encuentro educativo; a la característica dominante “festiva” y deportiva bien equilibrada con la religiosa, formativa y vocacional.

La característica popular del Oratorio es la preferencia por los muchachos más pobres y “en peligro”, unida a su vocación misionera y social. En efecto, pretende alcanzar, si es posible, a todos los jóvenes de un territorio, atraerlos y conquistarlos para “transformarlos”. Pide la presencia de una comunidad salesiana con corazón vivo Pide también una colaboración con ayudantes, la mayoría jóvenes, como educadores, asistentes, catequistas, “reguladores de los recreos”… o “animadores”.

El Oratorio sigue siendo un modelo, una piedra de comparación y un estímulo crítico para los salesianos de los colegios, de las escuelas técnicas, de las misiones y de las parroquias.

A la conquista del mundo

Con la fundación de la Sociedad Salesiana, el carisma oratoriano ha podido extenderse y expresarse en realidades educativas y pastorales diversas de las del Oratorio festivo original. El “sistema preventivo” es el intento para volver a narrar el modelo educativo oratoriano en función de una “casa de educación” clásica.

Las reproducciones sucesivas de la experiencia de Valdocco entre 1846 y 1861 se vuelven estímulo, eficaz, fecundo y providencial que imprime al carisma la ocasión para articularse, reforzarse y difundirse en el mundo entero.

Además de Don Bosco, fue el joven Don Rúa el artífice genial de esta traducción en clave de colegio del modelo oratoriano. Don Rúa logró combinar la fidelidad a las raíces y la apertura a las llamadas del Espíritu y a las exigencias de los tiempos nuevos.

Don Ruffino en su “crónica” escribe simplemente: «Don Rúa se comporta en Mirabello como Don Bosco en Turín. Está siempre rodeado de jóvenes atraídos por su amabilidad y también porque siempre les cuenta cosas nuevas” (MB VII, 461).

En los suyos, Don Bosco en el fondo se exporta a sí mismo.

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