“El buen libro entra incluso en las casas donde el sacerdote no puede entrar… En una carta-circular de Don Bosco de julio de 1885 escribía: “El buen libro entra incluso en las casas donde el sacerdote no puede entrar... A veces permanece polvoriento sobre una mesa o en una biblioteca. Nadie piensa en él. Pero llega la hora de la soledad, o de la tristeza, o del dolor, o del aburrimiento, o de la necesidad de recreo, o de la ansiedad del futuro, y este amigo fiel deja su polvo, abre sus páginas y ...”.

Don Bosco, en cuanto terminó sus estudios, se convirtió inmediatamente en escritor y algunos de sus libros se convirtieron en auténticos best sellers con decenas y decenas de ediciones y reimpresiones. Una vez fundada la congregación, invitó a sus jóvenes colaboradores a hacer lo mismo, utilizando su propia imprenta instalada en la misma casa de Valdocco.

En una época en la que las tres cuartas partes de los italianos eran analfabetos, escribió en la circular mencionada: “Un libro en una familia, si no lo lee aquel a quien va destinado o se lo regalan, lo lee el hijo o la hija, el amigo o el vecino. Un libro en un país pasa a veces por las manos de cien personas. Sólo Dios sabe el bien que produce un libro en una ciudad, en una biblioteca circulante, en una sociedad obrera, en un hospital, donado como prenda de amistad”.

Y añadió: “En menos de treinta años, el número de legajos o volúmenes que hemos distribuido entre la gente suma unos veinte millones. Si algunos libros han sido descuidados, otros habrán tenido cada uno un centenar de lectores, y así el número de aquellos a quienes nuestros libros hicieron bien puede creerse con certeza que es muy superior al número de volúmenes publicados”.

Don Bosco, con la difusión de sus libros, con la biblioteca de Valdocco que contenía 15.000 libros, con su imprenta, con las bibliotecas de cada una de las casas salesianas, con una multitud de salesianos que escribieron libros para la juventud, hizo crecer a miles de jóvenes como “honrados ciudadanos y buenos cristianos”.

Libros de papel o los libros online -las bibliotecas actuales, gracias a la tecnología, ofrecen interesantes servicios a distancia de diversa índole-, da lo mismo: siempre que hagan crecer en humanidad a las personas. Eso sí, con una condición: que sean legibles y estén al alcance de todos, incluso de los no nativos digitales, incluso de los que no disponen de herramientas de última generación, incluso de los que viven en situaciones desfavorecidas. Don Bosco escribió esto en la carta antes mencionada: “Recuerden que San Agustín, que llegó a ser obispo, aunque era un excelso maestro de bellas letras y un elocuente orador, prefería las impropiedades del lenguaje y ninguna elegancia de estilo, al riesgo de no ser comprendido por la gente”. Esto es lo que siguen haciendo hoy los hijos de Don Bosco, con libros, con folletos populares, con vídeos y materiales colgados en la web, que siguen circulando, hoy como ayer, en todas las lenguas y por todas partes, hasta los confines de la tierra.

 

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