No tengan miedo! Al aproximarse el Faraón, los israelitas pudieron ver que los egipcios los estaban persiguiendo. Sintieron mucho miedo y clamaron a Yahvé; dijeron a Moisés: «¿Acaso no había tumbas en Egipto para que nos hayas traído a morir al desierto?, ¿qué has ganado con sacarnos de Egipto?

Te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, y mejor servimos a los egipcios, porque más nos conviene servir a los egipcios que morir en el desierto.» Moisés contestó al pueblo: «No tengan miedo; quédense en su lugar y verán la victoria que Yahvé les concede hoy. Esos egipcios que están viendo hoy, no los volverán a ver jamás. Yahvé peleará por ustedes».
Éxodo 14, 10-14a

El pasado 13 de febrero tuvimos la oportunidad de reunirnos en Múnich los misioneros enviados desde el 2008 a formar parte del proyecto Europa. Salesianos de todo el mundo trabajando en más de 12 países con frentes pastorales diversos: atención a los migrantes, la búsqueda de nuevas propuestas pastorales, el diálogo interreligioso, el secularismo, etc. Un elenco de retos, dificultades y desafíos a escoger.
El encuentro tuvo la bendición de contar con la presencia y el diálogo con don Pascual Chávez, quien fuera el impulsor del proyecto en la Congregación de volver la mirada al viejo continente como nueva tierra de misión. Una reflexión y exposición de tantos elementos y detalles, fruto no solo de una sabia intuición, sino de una sensible y profunda oración.
Una de las figuras bíblicas de las cuales se sirvió don Pascual para iluminar la percepción que se tiene del Proyecto fue el pasaje en el que se narra la situación del pueblo de Israel ‘recién liberado’, a orillas del mar Rojo, objetivo de la persecución enfurecida del faraón y los egipcios. Luego de haberse dejado guiar por Moisés y haber puesto la confianza en Dios, los israelitas se encuentran ante una situación aún más angustiante.
Pareciera que se encuentran “sin salida”. Del gozo de la liberación pasaron al temor y la aflicción casi de muerte, por una inminente esclavitud aún más severa. Con evidente agonía, decidieron reclamar a Moisés por qué ponerlos en tan grave peligro. Un grito de pánico, un reclamo lleno de frustración, como si todo hubiese sido en vano.
Incluso tienen el coraje de pronunciarse contra Dios, afirmando “te dijimos claramente en Egipto: déjanos en paz, y mejor servimos a los egipcios, porque más nos conviene servir a los egipcios que morir en el desierto”. Convencidos que su ‘desgracia’ es su ‘realidad’ más cierta. Abandonados sin remedio a la desesperación.
Podría pertenecer a algunos salesianos y a muchos de nuestros muchachos este grito de desconsuelo, agobiados por no encontrar una salida clara a las nuevas problemáticas, presos por lo que parece ser una derrota inminente.
El pueblo egipcio y el faraón que vienen ‘a por nosotros’ representarían muy bien los pecados y las desgracias que nuestros jóvenes y la Iglesia viven hoy, y que ahora parecen abordarles con mayor furia e insistencia. Somos nosotros los primeros en asustarnos al ver con cuanto hemos de lidiar, teniendo en el panorama el mar como límite en su inmensidad. Un callejón sin salida.
En el centro de la ‘polémica’ está Moisés. Hombre que ha vivido su propio proceso de fe, que tuvo que descalzarse y ponerse en camino, enfrentarse ante el más temido poder y se ha visto vencedor por la fe. Ese mismo Moisés ahora se afronta a una realidad inesperada: la persecución y el desánimo de su pueblo. Cuando creía que todo había terminado y que ahora solo correspondía ‘continuar’, se ve en la necesidad de dar una nueva respuesta, de liberar al pueblo de una más grande calamidad.
“Y Moisés les dijo: ‘No tengan miedo; quédense en su lugar y verán la victoria que Yahvé les concede hoy. Esos egipcios que están viendo hoy, no los volverán a ver jamás. Yahvé peleará por ustedes’”.
“No tengan miedo”, una frase que hace retumbar el interior y recuerda tantas voces, como pasajes, en que Dios nos lo ha dicho. El más elocuente en nuestros tiempos es aquel pronunciado por San Juan Pablo II. Pero también Dios se lo dijo a Moisés y a María y Jesús a sus discípulos: No tengan miedo.
A esta, Moisés añade una frase lapidaria: “El Señor luchará por ustedes”. Es esta nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra paz. Emmanuel, Dios-con-nosotros, que guiará nuestro paso, adiestrará nuestros corazones para el combate y nos hará vivir en su Palabra. Es el mismo Dios que liberó a los israelitas, que se vuelve a manifestar benévolo y poderoso.
Creo que todos conocemos lo que ocurre luego. Moisés divide el mar rojo con el poder de Dios, hace atravesar al pueblo a través de un camino impensado y derrota al pueblo egipcio, a quien no le permite recorrer la misma senda o alcanzar la misma meta. Eso si, el pueblo de Israel, una vez atravesado el mar rojo, se enfrentará a nuevas dificultades, nuevas pruebas y nuevas muestras del amor y la fidelidad de Dios.
Al hablar del proyecto Europa, muchas veces nos hemos encontrado con la respuesta inmediata: “a ese le tengo miedo”. Se nos olvida cuántas más dificultades ha vivido la Iglesia en distintos momentos de su historia y cuántas veces ha prevalecido el amor de Dios por sobre todas las cosas. Es cierto que el grado de dificultad es grande, pero más grande será siempre el amor de Dios.
“¿Quién eres tú que me manda a hacer cosas imposibles? Precisamente porque esto te parece imposible debes convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia… Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.”
A grandes problemas, grandes soluciones. Y eso es lo que como Congregación queremos seguir trabajando. Descubrir cuál es el verdadero desafío en cada contexto y cuál es la respuesta que necesitamos dar. El proyecto Europa viene a ser un nuevo camino, una nueva oportunidad para revitalizar el carisma y a nivel personal, para desarrollar la propia vocación. Cuánto promovió Don Bosco las misiones y cuánto hoy necesitamos seguir respondiendo con generosidad y con fe.
Sirve recordar que nuestro carisma tiene el distintivo de la misión y del encuentro. Allí en donde un muchacho está en necesidad, allí nos está esperando el Señor para servirle, para encontrarle, para amarle. Sin ver el continente, el idioma, la ideología y viendo únicamente el corazón. Ese será siempre el lugar de nuestra misión. Y claro que hacen falta más misioneros, mucha oración y toda la fe para lograrlo.

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