Un número cada vez mayor de personas son infieles a sus parejas. No importa la extracción de clase social, la cultura o el nivel educacional, dadas ciertas condiciones, cualquiera puede caer en el juego de la aventura “prohibida”: a veces Eros flecha por la espalda.

Los consultorios de psicología están repletos de personas que creyéndose intocables terminaron involucradas en la más  retorcidas aventuras o en relaciones de amantes especialmente complejas y difíciles de terminar.

Los individuos que sostienen vidas  paralelas, pareja/amante, suelen estar atrapados por un conflicto aparentemente irresoluble  porque lo quieren todo: “No soy capaz de dejar mi amante, ni dejar mi pareja…”. Y mientras la indecisión se mantiene, la contradicción se agudiza.  

En lo más profundo de su ser, los que han abierto sucursales afectivo/sexuales, quisieran unir a sus dos “medias naranjas” mágicamente y crear un Frankenstein amoroso que resuelva la esquizofrenia emocional. Lo que llama la
atención es que la mayoría cree que el milagro es posible.

El conflicto inmoviliza e idiotiza, los envuelve en un limbo donde nada prospera y los aspectos más vitales de la vida, quedan suspendidos o funcionando a media máquina opacados por una pasión o un “amor” fuera de serie.

La infidelidad es la principal causa de divorcio y maltrato conyugal. Es motivo de depresión, estrés, ansiedad, pérdida de autoestima y una gran cantidad de alteraciones psicológicas,  es el lado más traumático del amor descarrilado.

¿Qué es ser infiel?: romper traicioneramente un acuerdo efectivo/sexual preestablecido. Todo comportamiento infiel tiene una dimensión ética, que no podemos escabullir, porque entre otras cosas, lo que más duele es la mentira y la trampa de la persona amada.

La persona infiel, bajo los efectos de enamoramiento o de la atracción sexual suele ser víctima de una mutación, una transformación radical en sus principios, en sus metas y motivaciones básicas, de allí que el engañado o engañada consideren que su pareja “ya no es la misma”. La infidelidad afecta a todos los implicados y no para bien, no queda títere con cabeza y todo vuela por los aires.

Considerando la importancia del tema y sus tremendas implicaciones para la salud mental y la supervivencia de la estructura familiar, es apenas natural que se intente prevenir el comportamiento infiel.

Esto no significa que uno deba insistir y persistir irracionalmente en una relación de pareja enfermiza o sufriente, sino que hay métodos mejores y más inteligentes que buscarse un sustituto para compensar el déficit; una separación bien llevada siempre es mejor que una vida repleta de engaños.

La excusa que afirme: “Tengo amante, porque mi pareja es un desastre”, no tiene mucho sentido, porque si es “un desastre”, ¿para qué seguir allí? ¿No sería mejor ser libre para estar con alguien que valga la pena y sin infidelidades?

La mejor manera de prevenir la infidelidad es conocer su dinámica, desprenderse de los mitos que la rodean, entender cómo se nos cuela y descubrir las causas que la ponen en funcionamiento.

Este conocimiento “sustentado”, junto a una actitud realista frente al problema, nos llevará  a una conclusión interesante: para ser fiel hay que mantenerse en un estado de “alerta naranja”.

La fidelidad no es ausencia de deseo (nadie puede asegurar que nunca le gustará nadie más), sino producto de la voluntad y una decisión consciente.

En otras palabras: la fidelidad es autocontrol y evitación a tiempo. Cuando sospechamos que alguien puede llegar a gustarnos de verdad (en el sentido de movernos el piso)  o cuando sentimos el primer pinchazo de la
atracción y no queremos  ser infieles, la mejor opción es alejarnos de la tentación y no jugar con fuego.

Resulta paradójico  que sean  precisamente  las  personas que se perciben a sí mismas como radicalmente “incorruptibles” las que más probabilidades de enredarse en amores clandestinos ¿La razón?: la mayoría está convencida que el amor les provee una armadura a prueba de encantos y los hace inmunes a la infidelidad.  
Insisto la fidelidad es un acto de la voluntad y no del corazón.

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