Bohm Antonieta 3 No conocemos mucho de su infancia y adolescencia. Los datos biográficos nos dan la idea de una familia unida, gozosa y rica de fe vivida en el cotidiano. Antonieta, la penúltima de diez hijos, nació el 22 de septiembre de 1907 en Bottrop (Alemania), una pequeña ciudad al norte, entre Renania y Westfalia.

 

Después de la muerte de sus padres, Antonieta vive con su hermano en Essen Borbeck y frecuenta el oratorio de las Hijas de María Auxiliadora. Ella misma cuenta:”En aquel patio eran cerca de seiscientos entre niñas y jóvenes que corrían, jugaban, cantaban”. Aquí conoce a las FMA, se queda fascinada y crece en ella el deseo de seguirlas y de ser como ellas.

El 19 de enero de 1926 Antonieta dejó la familia y fue acogida por las FMA en Eschelbach, en Baviera, para iniciar el camino formativo.
Su hermano le dio la bendición. Poco después, el 29 de enero, Antonieta fue admitida al postulantado. Era una de las primeras 24 jóvenes de Alemania que entraron en el Instituto, siete de las cuales venían de Essen, incluida ella.

El 5 de agosto de 1928, sor Antonieta hizo la primera Profesión, junto con otras 69 jóvenes hermanas.

Durante algunos años trabajó en varias comunidades de Italia, ya sea para estudiar música en Turín y Pisa, o para enseñarla en Novara y en el noviciado de Casanova, donde fue también asistente. El día de la profesión perpetua, el 5 de agosto de 1934, recibió la noticia de que había sido elegida como misionera para la Patagonia (Argentina). Después de recibir la bendición del Papa en Roma, partió en barco con otras hermanas jóvenes desde Génova hacia América Latina. Llegó a Argentina el 24 de septiembre de 1934. Este fue su primer destino misionero.

Tuvo la suerte de vivir en los lugares ricos de la memoria de Laura Vicuña. También conoció al salesiano coadjutor, ahora beato, Artémides Zatti.
En 1959 tiene que dejar la Patagonia. Había sido nombrada inspectora de Rosario (Argentina norte). En 1965 dejó la tierra de los “sueños” para ser inspectora de Perú y Bolivia. Serán cuatro años sirviendo a Jesús por montes y selvas.

En julio de 1969 recibe una nueva obediencia como responsable de la inspectoría Nuestra Señora de Guadalupe en México. Anima a las Hermanas y las orienta para que vivan con radicalidad el seguimiento de Jesús en la fidelidad al carisma salesiano. Siempre atenta a las vocaciones, las ancianas, las enfermas.

En 1973 la madre Ersilia Crugnola le dio una pequeñísima estatua de María Auxiliadora, invitándola a utilizarla para bendecir. Sor Antonietta no quería aceptarla. Pero, al ver que la primera persona bendecida curó completamente, desaparecieron sus temores. Diría más tarde: “Desde la primera bendición hasta ahora, la Virgen trabaja día y noche, y así su misión se extiende a través del correo postal, fax, e-mail, llegando a diversos lugares de México y a otros muchos sitios del mundo”.

Transcurrió los últimos 30 años de vida en la comunidad de “Villa Spem” en Coacalco como vicaria y directora. Fueron años fecundos por el apostolado realizado como guía espiritual y por su compromiso social a favor de los pobres.

En 1985 empezó la “Obra sabatina” que consistía en la distribución de víveres a los más necesitados, y hasta el año 2000 acompañó personalmente toda la organización. Luego aceptó con serenidad la disminución de sus fuerzas y se dejó atender, edificando con ello a las novicias, que frecuentaban su casa.

Falleció el 27 de abril de 2008 en Coacalco (México). Tenía 100 años de vida, 80 de profesión religiosa, 74 años de vida misionera en América y 7 años de formación y de vida en Italia.

El testamento que nos deja es el ardiente amor a Jesús, la confianza ilimitada en María Auxiliadora, la bondad acogedora y generosa y la serena disponibilidad a la misión por la extensión del Reino en las diversas culturas, en las familias y en el corazón de las personas.

2002 bambina

Fragmento de la entrevista realizada a Madre Antonieta por el Boletín Salesiano de México años antes de su muerte.


BS: Madre, compártanos algún milagro obtenido por intercesión de la Virgen.

Madre Antonieta: Un abogado invadido de cáncer vino a verme y me dijo: México no me quiere, en ningún hospital me quieren recibir, no me pueden operar porque cinco partes de mi cuerpo está invadido de cáncer; mejor me voy al “otro lado”. Y se fue. Él estaba seguro de que lo iban a operar. Su color de piel era amarillo, caminaba arrastrando los pies. En Estados Unidos no lo quisieron operar y regresó a México y ¡claro! a verme. Con el puño cerrado le dice a la Virgen: ¡Tú eres mi única Doctora y no quiero otra... no quiero otra! A la tercera semana me llama y me dice: -Mañana por la mañana vengo a ver a mi doctora y a la reinita de México”. Cuando llegó no lo reconocí.

Venía con dos amigos. Caminaba firme, el tórax ya no estaba hundido, su rostro blanco y de buen color. De la valija sacó las radiografías... Nada, nada, nada. Ya no tenía nada; las radiografías, limpísimas.

BS: ¿Qué les dice a las Hijas de María Auxiliadora hoy?

Madre Antonieta: Yo les aconsejo que tengan fe, confianza en María Santísima como Don Bosco y M. Mazzarello, que cultiven la virtud de la humildad y de la sencillez. Cultiven la vida de piedad. Tengan un corazón bondadoso con los niños y los jóvenes. Y prepárense para orientar a los jóvenes de hoy, generaciones difíciles, porque pocas familias son las que educan ya cristianamente.

Considero que Dios me llamó desde siempre a esta vida salesiana. Yo digo que nací con la vocación misionera salesiana sembrada en una familia muy cristiana, devota de la Santísima Virgen, en la experiencia de atender a los soldados de la guerra a los cinco años de edad y en acompañar a algunas personas graves. Fueron vivencias que manifestaban ya la vocación misionera.


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