El 8 de marzo de conmemora el día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional y así, más popularmente, decimos que en esa fecha se celebra el Día de la Mujer. Hay muchas razones para celebrarlo, pero también muchas razones más para reflexionarlo y tomarlo en serio.
La primera de ellas es contextualizar que este día no surgió como un entusiasmo romántico para agradecer y reconocer la valía de las mujeres en la sociedad -algo que sin lugar a dudas es muy válido-. Hay detrás de la fecha un contexto de muchos esfuerzos de mujeres al final del siglo XIX que vale la pena resaltar. Movimientos a favor de los derechos de las mujeres que iniciaron con la búsqueda de conseguir derecho al voto, movimientos de paz y hasta un trágico incendio en una fábrica de Nueva York donde murieron 140 jóvenes que en su mayoría eran inmigrantes italianas y judías. En suma, hay energía y ejemplo de mujeres valientes y luchadoras.
Desde esas fechas hasta la actualidad, han pasado tantos años que ya llegamos a un nuevo siglo y es un hecho que las mujeres como género, grupo social, ciudadanas, hemos avanzado muchísimo conquistando espacios que nos han llevado a las aulas para recibir y dar clases, a las construcciones para planificar y dirigir, a la política para gobernar y exigir y a un montón de espacios más. Claro que es una conquista, si tomamos en cuenta que hace poco más de cincuenta años aún había restricciones y discriminación. Sin embargo, leí en estos días un artículo que exponía que los hombres se han quedado atrás en la conquista de espacios en la sociedad que están reservados equivocadamente solo para mujeres (). Ellos se han quedado relegados en ese avance, no han trascendido a espacios que todavía siguen siendo de mujeres: no es la norma ver hombres involucrados en tareas domésticas, para muchos todavía la participación en la educación de sus hijos es algo que les compete a las mamás, casi no hay maestros en parvularia (y conozco a un par de hombres que tienen una clara vocación para ello y por diferentes razones se han resistido a realizarlo). El problema en que algunos espacios sean considerados y desempeñados únicamente por mujeres es que genera desequilibrios, tensión social y violencia de género, decía el texto que leí.
Y es cierto, eso lo veo con claridad en otro texto que expone con cifras reveladoras el obstáculo importante en el desarrollo humano de un país, el hecho de que haya mujeres que realicen trabajo no remunerado en sus casas y por una razón simple: para calificar como un país desarrollado el componente de equidad de género es vital, si no hay no existe el desarrollo (http://goo.gl/q3RMT). Y pensémoslo domésticamente: ¿logramos un equilibrio y desarrollo real en nuestro hogar si no tenemos el aporte de todos? Es cierto que cada quien contribuye con lo que puede, pero es más cierto que el hogar es un lugar donde todos compartimos y aportamos: si decidimos no recoger los calcetines tirados porque no son los nuestros, lo único que estamos haciendo es contribuir al desorden.
Las mujeres somos importantes en todos los países, las sociedades y en todas nuestras casas y una fecha como la del 8 de marzo debe servir para reflexionar en que aunque hemos avanzado mucho, todavía nos hace falta camino por andar y esto pasa por involucrar cada vez más a los hombres en el mundo de las mujeres; tampoco significa que hay que hacer pausa en nuestro involucramiento al mundo masculino, o hay que rivalizar hombres con mujeres, lo que hace falta es alcanzar el equilibrio y el apoyo necesario para seguir avanzando.