Atilio Giordani Attilio Giordani nació en Milán (1913). Con nueve años entró en el Oratorio San Agustín. Nunca más lo dejará: seguirá siendo joven animador, novio, esposo, padre... Incluso en su largo servicio militar, por culpa de la segunda guerra mundial, estará con espíritu oratoriano. Incluso cuando vaya con su familia como “misionero” a Brasil, allí llevará el Oratorio.

Cuando hablamos de Oratorios y Centros Juveniles pensamos en fin de semana. Pero en Italia no es así. El Oratorio es diario. Y Atilio será, durante decenios, el catequista, animador constante y genial que atrae por su simplicidad y su alegría. Es un educador nato con el estilo de Don Bosco. Conoce y emplea todos los instrumentos educativos para animar a los chicos: liturgia, formación, juego, tiempo libre, teatro. Como buen Salesiano Cooperador, quiere estar con los chicos. Atiende a todos y a cada uno. Es modelo del Sistema Preventivo vivido. En su pequeña agenda de bolsillo apunta con un lapicero, los nombres y direcciones de los chicos. En el Oratorio todos tenían algo que hacer, Atilio, más que nadie.

Por la mañana trabaja en la fábrica Pirelli. Por la tarde, está en el Oratorio. Toda su familia participa en esta vocación “salesiana”, porque se casará con una catequista del Oratorio (Noemí) y sus tres hijos también serán animadores. Y era una familia muy generosa: “Demos, ya saldremos adelante con lo que podamos. El Señor se encargará”.

Pero no le basta el Oratorio. Su pasión no tiene fronteras. Es miembro activo de la Acción Católica y se inventa la “Cruzada de la bondad”. Y cuando sus hijos Piergiorgio y Páola se van con los Salesianos a Campo Grande (Brasil), Atilio y Noemí les siguen. Serán evangelizadores y misioneros. Un día, mientras hablaba del deber de dar la vida por los demás, sintió el infarto. Tuvo fuerzas para decirle a su hijo: “Piergiorgio, continúa tú”. Tenía 59 años. Murió en Campo Grande (Brasil) el 18 de diciembre de 1972.

El 9 de octubre de 2013, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el Decreto sobre las heroicas virtudes del Siervo de Dios Atilio Luciano Giordani, padre, laico y Cooperador de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco.

Atilio catequista

El papel del catequista se impone como un papel de importancia primordial en la actividad multifacética de Atilio Giordani. De hecho, lleva a cabo la misión de un catequista desde los dieciséis años hasta el día de su muerte y lo considera fundamental con respecto a su misión educativa. Atilio es sobre todo un catequista: es su carisma. No es el teórico, sino el catequista completo que presenta el modelo de Jesucristo y luego dice: “Debemos hacer ...”. Los niños saben que están frente a alguien que primero lo hace y luego dice: un verdadero imitador de Cristo.

De sus palabras, la plena convicción y la fe vivieron. Como es jovial en las horas libres en el oratorio, está muy convencido de los temas que ilustra en el catecismo. Los niños notan la serenidad con la que distingue las lecciones de catecismo de otras actividades, sus clases también son ejemplos para otros y se destacan por el orden y la disciplina. Attilio parte de los hechos, especialmente de la historia de la Sagrada Escritura o de la vida de Don Bosco, para pasar a la parte doctrinal y luego señalar la vida de los niños. Hay algo que memorizar, siempre; pero sobre todo se recuerda el comportamiento coherente.

Insiste firmemente en la caridad fraterna, la favorece en todos los sentidos y vigila para que no se rompa. La caridad debe asumir el bien espiritual del otro. Organiza las “campañas” para la promoción de la fe, la caridad, la pureza, lanzando algunos “lemas” que estimulan el compromiso: “pensar bien de todos, hablar bien de todos, hacer el bien a todos” Serviré a Dios con Alegria “” Frangar no flectar “.

En este viaje también participan las familias de los niños convencidos de que solo a través de una catequesis familiar es posible esperar, con la ayuda del Espíritu Santo, ver brotar esas semillas sembradas en los corazones de los niños. A menudo repite en familia y fuera “que no hay necesidad de palabras, pero nuestra vida debe ser la palabra más importante que decimos” y que “el evangelio no se recita, se vive, la vida no se cuenta se da".

 
Decálogo para catequistas

Difundido por Attilio Giordani, ya en el transcurso del tiempo, como “extracto de sus convicciones” y como “fruto de sus experiencias” en respuesta a quienes le preguntaban el secreto de su éxito como catequista:

  1. Limitar la misión del catequista solo a la enseñanza, construye poco.
  2. El problema es formar a los niños y hacerlos vivir de manera cristiana. Las actividades de clase y de grupo deben apuntar a esto.
  3. Es necesario vivir lo que queremos que ellos vivan.
  4. Enseñar bien el catecismo, ser un experto en pedagogía son cualidades excelentes que se anulan si la presencia del catequista es rara y discontinua.
  5. Para enseñar a los niños la puntualidad a la Santa Misa festiva y al catecismo, es necesario que el catequista llegue antes de que comiencen.
  6. La clase y el grupo están formados por individuos. Todos los niños deben ser conocidos, amados, seguidos incluso cuando las cosas no van bien.
  7. Se necesita perseverancia: cosecharán otros. Chicos que hoy prometen poco, quizás mañana serán apóstoles. Cosas así se repiten.
  8. Las realidades “clase” y “grupo” no son realidades aisladas. A pesar de tener su propia dinámica, viven las actividades comunitarias del oratorio y se abren a la parroquia y al mundo.
  9. Para estimular la presencia de los niños, es bueno hacer que la vida comunitaria del aula sea interesante. Los concursos, las competiciones, pueden servir a ese propósito. Fracasan estas actividades cuando se cometen injusticias, no se exponen las calificaciones periódicamente, no se da a los que lo merecen el premio prometido.
  10. Cuando la clase es vital, los niños son el puente entre el oratorio y la familia.




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