santidad Pedro Pérkumas era un joven lituano que murió en Italia en olor de santidad.



Petriukas Pérkumas es otro fruto de la espiritualidad salesiana. Nació en 1917 en un pequeño pueblo, Kadagynai, aprendió en su familia el amor de Dios y la asiduidad en la oración. Lo atestigua también el P. Ananas Pérkumas, salesiano, hermano de Petriukas y misionero en China, que siempre alentó su deseo vocacional.

Siendo pobre, Petriukas trabajó primero como pastorcito para un rico hacendado, después como marcador de puntos en una sala de billar. Habiendo reunido un poco de dinero, pudo realizar el sueño de ir a Italia, donde vivió siempre con mucha austeridad y frugalidad, pobre pero digno.

Los inicios no fueron fáciles, lejos de su hogar y de su tierra, sin conocer la lengua y entre gente de otra cultura. Con frecuencia se burlaban de él por su baja estatura, pero su nobleza del corazón, la generosidad de su espíritu y la robustez de su voluntad lo ayudaron a superar las dificultades, motivado por el deseo de llegar a ser hijo de Don Bosco.


Soñaba con volver entre su gente como salesiano laico para abrir una escuela de “artes y oficios” y trabajar para los muchachos lituanos. Quería compartir con ellos lo que había encontrado: el secreto de ser feliz a través del cumplimiento del propio deber y del servicio de los demás, el amor a la Eucaristía y la devoción a María Auxiliadora.

En pocos años alcanzó una excepcional madurez espiritual. Su corazón enfermo no aguantó mucho: murió a los 19 años, el 12 de enero de 1937, en concepto de santidad, en el Rebaudengo de Turín. Ejemplares sus últimas palabras cuando, animando a los presentes, dijo: “Rueguen  por mí, yo rezaré por ustedes desde el cielo. Y recuerden:  Noble el corazón, generoso el espíritu, férrea la voluntad”. Era su lema personal, una síntesis admirable de su perfil interior.

El pequeño Pedro (Petriukas) no descollaba, en efecto, por cualidades personales externas, sino por sus dotes espirituales: la austeridad de vida, la voluntad férrea, la asiduidad en el servicio, su alegría. No rehuía los trabajos difíciles, antes bien, se ofrecía con gusto para realizarlos con espontánea naturalidad.

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