rector-mayor3 Mis queridos amigos:

 

Un saludo cordial y afectuoso, pido a María Auxiliadora, que medie la bendición de Dios sobre todos ustedes, con mis mejores deseos para sus familias, las personas y las situaciones que necesiten algo más de luz.

 

En estos primeros meses estoy visitando ya algunas inspectorías y conociendo mejor la realidad concreta de la Congregación y de la entera Familia Salesiana. Doy gracias a Dios por el bien que, en nombre de Don Bosco, se realiza en todas partes en favor de los jóvenes, entre ellos los más necesitados, y de la gente sencilla. Estoy siendo testigo de multitud de proyectos apasionantes en los que una y otra vez, con pocos panes y pocos peces, Dios multiplica nuestra acción y hace prósperas las pobres obras de nuestras manos. Me siento muy feliz por compartir con todos ustedes esperanzas y anhelos. Me tienen a su disposición para seguir impulsando y sosteniendo con mi presencia, mi servicio humilde y mi oración cuanto el Espíritu está suscitando en nuestras inspectorías.

 

El mensaje de vida y plenitud de Jesús Resucitado nos alegra la mirada y hace brillar nuestras pupilas contemplando un nuevo horizonte para toda la humanidad. El futuro es de Dios y lo anticipamos en nuestro día a día, comprometiéndonos a liberar las prisiones injustas, alentando a quien se encuentra en descampado, sosteniendo a quien camina en dificultad, compartiendo lo que somos con quien menos tiene o está solo. Este es el mensaje del Viviente: la vida nueva según el corazón de Dios, la dignidad de sus hijos, una realidad cargada de futuro para los pequeños y los pobres. Ya nos recordó hace mucho tiempo san Ireneo que “la gloria de Dios es que el hombre viva”. Este es también nuestro compromiso, glorificar a Dios en nuestros hermanos más necesitados.

Precisamente en estos días nos llegan noticias aterradoras sobre la persecución de cristianos en muchas partes del mundo, la violación de los derechos humanos en puntos difíciles del planeta, el maltrato y el secuestro de menores por su condición de mujer o por su credo. ¡Nada más lejos del plan de Dios! La presencia del Señor Resucitado es luz que aleja las tinieblas y paz que disipa el miedo. El mensaje de Cristo Salvador es de armonía en una creación nueva liberada del mal y de la oscuridad. Lamentablemente, todavía nos atenaza el pecado y la cizaña sofoca el trigo. Por eso los cristianos y los hombres y mujeres de buena voluntad hemos de seguir empeñándonos, en nombre de Dios y de nuestros hermanos más vulnerables, en hacer emerger una realidad nueva más parecida al proyecto de Dios, con más oportunidades para todos, y en la que “ya, pero todavía no”, resuene con más fuerza la plenitud de la nueva creación que aún gime con los dolores del parto. Hemos de alzar nuestra voz y unirnos a la denuncia profética que el Santo Padre ha realizado estos días pidiendo a los poderosos que no permanezcan indiferentes y aúnen esfuerzos para acabar con la barbarie y la injusticia.

 

Pero no solo es cuestión de la políticas de los estados o de las estrategias de las Naciones Unidas. En nuestra familia salesiana, marcados por una espiritualidad profundamente pascual, seguiremos trabajando con todas nuestras fuerzas para que haya vida, en nombre de Jesús, para los más pequeños y para los últimos. Con el corazón del Buen Pastor, que se cuida de los más débiles, seguiremos haciendo opciones valientes por los jóvenes más desfavorecidos y en situación de riego como Don Bosco nos enseñó y quiso de nosotros. La llamada de Francisco a impulsar una “Iglesia en salida” hacia las periferias y descampados donde el sufrimiento y el desconsuelo son mayores, es un estímulo para nuestra propuesta educativo-evangelizadora. Estamos convocados a un nuevo modo de “hacer pastoral”: es la revolución de la ternura, de la cercanía a los más heridos, de acogida a los alejados, de propuesta de camino para los últimos, de acompañamiento cercano a los que la realidad social margina y abandona.

 

Mis queridos amigos y amigas: esta es también nuestra propuesta. En estos años deberemos seguir trabajando, como parte de toda la Iglesia, para hacer más creíble nuestro modo de vivir y más audaz nuestro anuncio. Será así en la medida en que nuestras opciones se acerquen más a las necesidades de los jóvenes más pobres. Nuestro último Capítulo General nos ha pedido a los salesianos acrecentar el testimonio de nuestra radicalidad evangélica. La invitación puede ser para la entera familia salesiana. Seguir a Jesús es caminar por la senda de la pobreza y la cercanía a los últimos. Como el Maestro, queremos pasar por la vida sanando y liberando. Aquellos que llevan impresas las llagas de Cristo en la piel de sus existencias maltrechas son los principales destinatarios del anuncio del Resucitado: ¡Paz a ustedes! 

 

Caminando hacia el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, la mejor manera de festejar a nuestro padre es la fidelidad a sus grandes intuiciones. No me cabe duda que una de ellas, compromiso vital para nosotros hoy, es la opción preferencial por los jóvenes “abandonados y en peligro”. Ante el mensaje del Resucitado, volver a Galilea es remontarnos a nuestros orígenes, es volver a los jóvenes pobres. Estoy seguro de que “allí lo veremos”. 

 

Cordialmente en Don Bosco,

 

P. Ángel Fernández Artime

Rector Mayor

Compartir