Venid y vereis Un dato histórico, confirmado por los cuatro evangelistas, es que, desde el comienzo de su actividad evangelizadora (cfr. MC 1, 14-15), Jesús llamó a algunos a seguirle (cfr. Mc 1, 16-20). Sus primeros discípulos se convirtieron así en “compañeros por todo el tiempo en el que Jesús ha vivido entre nosotros, comenzando por el bautismo de Juan hasta el día en el que, estando con nosotros, ha ascendido al cielo” (Hch 1, 21-22).

Evangelización y vocación son, pues, dos elementos inseparables. Incluso podríamos decir que un criterio de autenticidad para una buena evangelización es la capacidad de ésta para suscitar vocaciones, para madurar proyectos de vida evangélica, para implicar enteramente la persona de los que son evangelizados hasta hacer de ellos discípulos y apóstoles.


Después del Aguinaldo de 2010, “Señor, queremos ver a Jesús”, sobre la urgencia de evangelizar, hago una insistente llamada a la Familia Salesiana a experimentar la urgencia, la necesidad de convocar.

Queridos hermanos y hermanas, miembros todos de la Familia Salesiana, los invito por tanto a ser verdaderos guias espirituales para los jóvenes, como Juan Bautista que indica a Jesús a sus discípulos diciéndoles: “¡He aquí el Cordero de Dios! (Jn 1, 36), de manera que puedan ir trás El; hasta el momento en el que Jesús dándose cuenta de que lo siguen se dirige directamente a ellos con la pregunta: “¿Qué buscan?” y ellos, con el deseo de conocer en profundidad quien es este Jesús, le preguntan: “Rabbi, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38), y el Maestro los invita a hacer una experiencia de convivencia con Él: “Vengan y vean”. Algo inmensamente hermoso habrán experimentado los discípulos cuando “fueron, vieron donde vivía y se quedaron con El” (Jn 1, 39).

He aquí el camino pedagógico que les propongo recorrer:

1. Volver a Don Bosco

• Hacer nuestra su experiencia en Valdocco, donde se crea un ambiente de familiaridad, de fuerte valor espiritual, de compromiso apostólico y de acompañamiento espiritual, sostenido por un inmenso amor a la Iglesia y al mundo.

• Manifestar la belleza, la actualidad y la variedad de nuestra vocación salesiana: una vida entregada por entero a Dios en el servicio a los jóvenes vale la pena ser vivida.

• Vivir la propia vida y ayudar a comprender la vida de los demás como vocación y misión. Todo como un gran don vivido en la centralidad de Dios, en la fraternidad entre los consagrados y en la entrega a los jóvenes más pobres y necesitados.

2. Para llegar a ser Don Bosco para los jóvenes de hoy

• Ser conscientes y hacer palpable la centralidad de los consagrados en la realización de la misión salesiana. Esta ha sido la convicción y la experiencia de Don Bosco.

• Crear, como en Valdocco, una cultura vocacional caracterizada por le búsqueda del sentido de la vida, en el horizonte de la Trascendencia, sostenida e impulsada por valores profundos, con carácter de proyectualidad, hacia una cultura de la fraternidad y de la solidaridad.

• Asegurar el acompañamiento a través de la calidad de la vida personal, la educación al amor y a la castidad, la responsabilidad hacia la historia, la iniciación a la oración, el compromiso apostólico.

• Hacer del Movimiento Juvenil Salesiano un lugar privilegiado para un camino de discernimiento vocacional: en él los jóvenes experimentan y manifiestan una corriente de comunión en torno a la persona de Don Bosco y a los valores de su pedagogía y de la Espiritualidad Juvenil Salesiana, desarrollan el voluntariado y maduran proyectos de vida.

El amor a la vida: una espiritualidad de la fiesta

BSCAM La espiritualidad juvenil salesiana tiene el sello de la fiesta. Pone al centro la vida como lugar de la presencia de Dios. Por eso “lo cotidiano se vive con alegría y optimismo, sin por ello renunciar al esfuerzo ni a la responsabilidad”.

Don Bosco comprende que el muchacho es muchacho y permite y quiere que lo sea. Sabe que su necesidad más profunda es la alegría, la libertad, el juego, (la “Sociedad de la Alegría”). Por eso para Don Bosco es importante el teatro, la música, el patio, el recreo. Y por otro lado, Don Bosco está convencido de que el cristianismo es la más segura y verdadera fuente de felicidad, porque es alegre noticia, “Evangelio”. En el oratorio, los recreos se llenaban de juegos, pasatiempos, adivinanzas, conversaciones amenísimas, permeadas  de seriedad y constructividad educativa. No toleraba que durante el recreo hubiera algunos separados de los demás compañeros; ni permitía que hubiese bancos para sentarse.

La alegría, como gratitud al Señor de la vida, nos la ha enseñado Don Bosco y nos la recuerda toda la tradición salesiana: “coraje y siempre gran alegría -repetía Madre Mazzarello-, esta es la señal de quien ama mucho al Señor”.

Estamos de fiesta porque descubrimos las maravillas del Señor en medio de tantos signos de muerte. Por eso, como Jesús de Nazaret, amamos la vida, asumimos con coherencia sus aspectos ordinarios, aceptamos sus retos, sus interrogantes, las tensiones de su crecimiento, y de sus diferentes pobrezas; trabajamos por superar las ambigüedades presentes en la experiencia cotidiana; fermentamos con amor cada opción.

La fiesta es así el extraordinario evangelio de la victoria definitiva de la vida sobre la muerte, aun cuando experimentemos el desagradable sabor de la muerte diaria.

La Iglesia de Latinoamérica ha reconocido que con su alegría y con su optimismo, y frente a las culturas que muestran signos de vejez y caducidad, la juventud está llamada a dar vida, a mantener una “fe en la vida”, y a conservar la facultad de alegrarse con lo nuevo. Por eso la pastoral juvenil será la pastoral de la alegría y de la esperanza, que, desde la alegría contagiosa de los jóvenes, “transmite el mensaje gozoso de la salvación a un mundo muchas veces triste, oprimido, y desesperado en busca de su liberación”.
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