misiones 257 El domingo 30 de mayo de 1982, por la mañana, comenzaron los dramáticos hechos que culminarían en la matanza, por manos de guerrilleros, de nueve catequistas en una remota aldea del municipio de Carchá, en Alta Verapaz, Guatemala. La aldea se llama Santa Lucía.

Por la tarde de ese mismo día serían asesinados por el mismo grupo guerrillero otros once hombres en el campo de fútbol de Chibut en la vecina aldea de Sesaquiquib.

Estos hombres pertenecientes a la etnia qeqchí fueron asesinados por ser los líderes espirituales de la comunidad católica. He aquí sus nombres: Crisantos Tzi, Eusebio Coc, Javier Quib Chub, José Quib, Lorenzo Quib Chub, Lucas Che, Mateo Cac Coc, Nicolás Tzi y Santiago Pop.

Pagaron con su vida la fidelidad al pastoreo de su comunidad en tiempos tenebrosos en Guatemala. Cuarenta años después sigue viva su memoria. Sus tumbas son veneradas con respeto.

Las comunidades mencionadas pertenecían a la Parroquia San Pedro Carchá, atendida por los salesianos. Un enorme territorio habitado casi totalmente por indígenas de la etnia qeqchí que vivían aislados en condiciones rayanas en la miseria, con servicios públicos de salud y educación casi inexistentes.

Esta es la narración parcial de la matanza, según una crónica escrita por la misma gente.
Era Domingo de Pentecostés y nos habíamos reunido en la ermita, como todos los domingos. A las nueve de la mañana comenzó la reunión con cantos y rezos. Como es costumbre, nos saludamos dándonos la mano, rezamos y escuchamos la Palabra de Dios.

Antes de empezar otro canto, de repente llegaron los guerrilleros, unos sesenta hombres, armados con rifles y escopetas; venían de Setzí, Selamunx y Cajcán, comunidades indígenas cercanas, y nos asustaron. Rodearon la ermita, y luego entraron. Fueron llamando uno a uno a los catequistas según una lista escrita. Los amarraron y los sacaron fuera de la ermita. El resto quedó dentro vigilado por los hombres armados, que se burlaban de su religión y profanaban los objetos sagrados. Otro grupo se dedicó a saquear las casas del vecindario llevándose cuanto pudieron.

Antes de morir, los catequistas José Quib y Javier Quib dijeron a la comunidad: - Recemos un momento para que Dios nos reciba, porque nosotros vamos a entregar nuestra vida a él. Los nueve catequistas amarrados estuvieron bajo el ardiente sol desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, hora de su muerte. Fueron acribillados a balazos y rematados con machetes, como se mata a un animal.

Luego amenazaron al resto de la comunidad para que no denunciaran la masacre a las autoridades.

Según el documento histórico “Guatemala, Nunca Más”, se podría decir que Guatemala era en esos años un elemento más del antagonismo este-oeste protagonizado por Estados Unidos y la Unión Soviética. Ambos imperios se disputaban sus áreas de influencia en un juego geopolítico de poder e intereses económicos. En el ajedrez mundial, Guatemala fue una ficha más de esos manejos perversos.

El caldo de cultivo que favoreció la crisis nacional estuvo alimentado por las desorbitadas desigualdades en el país. Guatemala está formada fundamentalmente por dos componentes étnicos distanciados entre sí: indígenas y ladinos. El poder político, económico y militar ha estado tradicionalmente en manos de los ladinos, a pesar de ser el grupo minoritario. La población indígena ha estado marcada por la exclusión social, la explotación económica y el bloqueo a la participación política.

“Sangre de mártires, semilla de cristianos” es la expresión acuñada en las primeras persecuciones contra la iglesia en sus comienzos. Actualmente las comunidades indígenas qeqchí se han ido robusteciendo con liderazgos bien identificados y una robusta maduración de la fe integrada en la cultura local.


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