misiones salesianas1b En un lugar desolado al norte de Guatemala vivía hace más de treinta años un joven sacerdote salesiano cuyo nombre jamás debemos olvidar. Se llamaba y se sigue llamando Antonio De Groot.



Desde la lejana Australia lo trajo el destino – que nosotros llamamos Providencia – para trabajar en ese caluroso e inhóspito rincón del tercer mundo. Como el mago aquel del cuento, fascinaba a los jóvenes, no con la flauta, sino con su guitarra y acordeón.

Un día cualquiera apareció en su rudimentaria vivienda un joven, algo así como un Bartolomé Garelli indígena, con una propuesta ingenua: - Padre, quiero vivir en tu casa para que me enseñes a leer. No era un chiquillo sino un mozalbete hecho y derecho, analfabeto y pobre de remate.

Al poco tiempo llegó otro joven, y otro, y otro más. En poco tiempo se formó un grupito de entusiastas por el aprendizaje elemental. Se acomodaron como se pudo, trabajaban en el terreno adyacente, acompañaban al padre en sus visitas a las aldeas. Y por la noche se apasionaban con el misterio de las primeras letras.

La estrecha vivienda del padre Antonio debió alargarse y ensancharse poco a poco para acoger a los que seguían llegando. La pequeña y singular “escuela” de un solo maestro comenzó a tomar forma y fondo hasta adquirir un flamante nombre: Centro Don Bosco.

Treinta y siete años después
Aquel embrión de oratorio a lo Don Bosco ahora es un árbol gigantesco con tres enormes ramas: la primera, en Raxruhá; la segunda en San Juan Chamelco y la tercera en Tzacanihá en las afueras de San Pedro Carchá. Esta última es la madre de las otras dos.

Los tres centros escolares, en régimen de internado, albergan a dos mil estudiantes de ciclo básico y bachillerato. Allí adquieren también destrezas en talleres de albañilería, electricidad, carpintería, computación y música.

“Una casa salesiana sin música es un cuerpo sin alma”. En los Centros Don Bosco la música ocupa un lugar privilegiado: tres bandas musicales con 184 ejecutantes, numerosos grupos de guitarra, canto coral por robustas voces de más de un millar de jóvenes.
A estas colmenas juveniles acuden jóvenes sumamente pobres que provienen de comunidades indígenas, muchas de ellas muy lejanas. La oferta educativa es gratuita, aunque algunos contribuyen con modestos aportes económicos.

Si de estilo salesiano se habla, el deporte es esencial para los muchachos. Entre los tres centros hay 17 campos de futbol, 10 de basquetbol y 18 de volibol. Una pista para carrera, muy utilizada, sube y baja por un bosque cercano.

En los Centros Don Bosco no hay personal asalariado para mantenimiento, limpieza o cocina. Los mismos jóvenes se encargan de estos y otros servicios. Tampoco hay muros. Los diversos edificios de administración, talleres o aulas están esparcidos inteligentemente en espaciosos ambientes boscosos.
Para tener una idea aproximada de la magnitud de estos originales centros salesianos, baste decir que a diario se consume treinta mil tortillas, el alimento básico del indígena; tortillas elaboradas por las familias cercanas.

El personal asalariado se compone de 225 empleados. Otros 170 orientadores auxiliares, la mayoría exalumnos, combinan su variada colaboración con estudios en centros universitarios cercanos.

Si Don Bosco visitara esta joya salesiana, probablemente se preguntaría intrigado: ¿Cómo hicieron para trasladar íntegra mi obra de Valdocco a este lejano lugar?
Testimonios:

Salvador Ajualip Rodríguez, 45 años, casado, cuya esposa es profesora universitaria, tiene dos hijos estudiando en un buen colegio. Es uno de los jóvenes que comenzaron con el Centro. Vivía en extrema pobreza agravada por el conflicto armado que tanto daño causó a los indígenas. Considera su paso por el Centro Don Bosco como una luz que le ayudó a salir de la pobreza económica y social.
Fredy Rolando Ortiz Vidaurre, 38 años, asegura que el Centro Don Bosco le ayudó a cambiar su vida, dándole oportunidades de superación y de hallar un sentido a la vida. Su trabajo en el Centro le permite financiar los estudios de sus ocho hermanos. Servir en este centro de puertas abiertas le ha ayudado a crecer en amabilidad y alegría, y brindar así esperanza a los jóvenes.

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