Etica-3 Muchos datos atestiguan hoy graves carencias de educación y de moral en la juventud, causadas por un retroceso de la sociedad y la falta de coraje de los políticos.

Se ha descuidado la educación completa del niño, la cual incluye no solo ‘saber’, sino también saber comportarse debidamente. Hay que enseñar al joven el autodominio. Para ello hay que ser capaces de decir ‘no’ cuando sea necesario. Es con la educación familiar y con el ejemplo de sus educadores como logra el joven integrar en sí la moral y los comportamientos respetuosos.

Hoy día las agresiones, los insultos hacia los adultos, la falta de disciplina en el comportamiento escolar y social, la ausencia de respeto por los reglamentos, el robo y la mentira son comunes. Todas estas conductas atestiguan una grave carencia de educación.

Estos comportamientos, de los que la gente se queja cada vez más con un sentimiento de impotencia y de hartazgo, no nos están cayendo encima de manera accidental. La sociedad está recogiendo lo que ha sembrado. En moral hay un retroceso. Falta coraje a los políticos que solicitan el voto de los electores prometiéndoles satisfacer todos sus gustos, aunque ello implique aflojar en moral.

 

La relación educativa ha sido sustituida por una relación exclusivamente afectiva con el niño. Entonces cuesta mucho establecer límites y algunos renuncian a ello. Se cuestiona todo tipo de autoridad, basados en la teoría sicológica de la no directividad.

 

Algunos se preguntan si no será este el origen de la violencia juvenil y de la falta de control de sí mismo en muchos adolescentes. La formación moral se ha convertido en la gran ausente de la educación.

 

Hoy la tendencia es puramente individualista. Así, el hombre contemporáneo, encerrado en sí mismo, se evalúa en función de sus deseos inmediatos y de sus intereses sentimentales y afectivos. Se interpreta la libertad como la posibilidad de actuar únicamente a partir de sus gustos y de sus deseos, sin que haga falta tener en cuenta otros aspectos. El lema que justifica esta actitud se resume en la siguiente afirmación: “Hago lo que quiero, es mi problema”. Pero en realidad es un problema para todos. Todos somos responsables en relación con las reglas sociales para regular nuestras conductas y en relación con las normas morales, tanto en nuestra vida personal como en la vida social.

La auténtica responsabilidad consiste en ejercer la razón y el juicio de la conciencia a favor del bien, dentro del respeto de la ley moral, y con la voluntad de asumir plenamente las consecuencias de los propios actos. Es absolutamente necesario enseñar a las personas a dominar sus deseos.

 Causa desconcierto constatar la pasividad con la que la sociedad acepta que los jóvenes se envenenen con productos estimulantes. Las leyes son estrictas para hacer que se respete el código de la circulación y evitar muchas muertes en carretera. Pero, ¿aplica la misma vigilancia frente a las drogas en los colegios, en los lugares públicos e incluso en las familias? También el licor y las drogas arruinan muchas vidas y producen muchas muertes.

 

 Uno de los primeros elementos de la educación de los hijos, consiste en saber decirles ‘no’; en marcar un límite cuando traspasan la línea de lo que les puede perjudicar. El siquiatra francés Tony Anatrella    

 

dice que más bien el niño se siente tranquilizado al saber que hay prohibiciones que no deben saltarse. De ese modo percibe el espacio en el que se puede mover y descubre mejor la libertad que le corresponde.

No se trata, desde luego, de adoptar actitudes rígidas y arbitrarias, sino de saber acompañarle para hacerle tomar conciencia de las normas morales y despertarle el sentido justo y verdadero de la libertad humana. No hay que tener miedo a establecer límites. El niño, privado de las orientaciones morales y religiosas, no posee en sí mismo los recursos que le permitan orientarse en la vida.

 

Muchos creen que la felicidad consiste en el bienestar físico, en el ‘sentir rico’ o ‘pasarlo bien’, olvidando que la verdadera felicidad se obtiene con el cumplimiento del propio deber y asumiendo de forma responsable las consecuencias de los propios actos y comportamientos. La felicidad es algo que solo Dios puede proporcionar.

 

El papel educativo de los adultos y su testimonio, es importante para guiar a los niños en su existencia y darles modelos a imitar. El amor de sus padres, la iniciación en los comportamientos moralmente buenos y la transmisión de la fe cristiana permiten que los niños puedan desarrollarse adecuadamente.

 

Si los adultos viven de verdad lo que enseñan, ayudarán a los hijos a sentir el deseo de vivir lo que ven vivir a su alrededor, y que es fuente de una profunda felicidad. Todo esto se dificulta en una sociedad que convierte en objeto de burla la mayoría de estos valores.

Cuando los adultos tienen el sentido de la educación, saben ejercer su responsabilidad poniendo reglas que hacen posible la convivencia social. Del mismo modo, los jóvenes tienen que saber que todas las transgresiones serán sancionadas, con el fin de tomar conciencia de los valores y de las reglas que deben ser interiorizadas por cada uno. 

 

Así lo afirma Tony Anatrella, pues a muchos les cuesta aceptar las faltas que han cometido, dando a entender que las únicas reglas que admiten son las que ellos se ponen a sí mismos. Y sienten la tentación de dejarse llevar por una forma de vida sin obligaciones. Las leyes nos civilizan y nos humanizan. Un mundo sin fe y sin leyes rápidamente experimenta un retroceso hacia la violencia.

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