TM-talleres-guarda1 Su nombre es más largo que su historia joven. Apenas cuenta con 25 años de existencia, lo cual no es mucho comparado con otras obras salesianas de mayor data. 

El Centro está situado en la capital de Guatemala, en una zona popular. Forma parte de la parroquia salesiana Divina Providencia. En el área parroquial pululan los talleres mecánicos improvisados, las ventas de llantas usadas, y los negocios improvisados. Es un mundo algo caótico.

En el mencionado Centro se inscribieron este año trescientos jóvenes, la mayoría varones. Allí encuentran una oferta generosa de adiestramientos en carpintería, torno industrial, soldadura, electricidad domilicar, reparación de computadoras, redes. 

Los jóvenes interesados en adquirir un adiestramiento técnico en algunas de las citadas ofertas provienen más bien de las afueras de la capital. Es decir, de pequeños pueblos muy pobres. Han tenido pocas oportunidades de recibir una educación normal. Para la mayoría, asistir al Centro salesiano les comporta un enorme sacrificio económico, a pesar de las facilidades que se les ofrece.

Otros jóvenes provienen de barriadas de la capital, donde la inseguridad y la pobreza crean una amenaza permanente.

Hace varios años Daniel J. llegó a estudiar un oficio. Estuvo a punto de ser expulsado por su mala conducta. Algunos de sus compañeron murieron a balazos. Pero se le dio una nueva oportunidad. Pronto Daniel reorientó su vida, concluyó su formación y se transformó en un joven modelo. Además de hacerse cargo de su mamá que padecía de cáncer, se casó, procreó hijos y adoptó otros. Ahora un hijo suyo estudia en este Centro. Daniel afirma: Si yo no hubiera conocido a los salesianos, estaría muerto.

 

Un muchacho llega al Centro cada sábado desde Comalapa. El problema es que solo tiene dos dedos en cada mano y pie. Un defecto de nacimiento. Durante la semana trabaja en el campo. El Centro es su oportunidad de superarse. Y lo está logrando.

 

Las ilusiones de muchos, un 35%, pronto se despedazan. Sus familias dependen económicamente de ellos y deben retornar a sus trabajos para sobrevivir. Muchas de esas familias están desintegradas porque los padres las han abandonado.

 

El horario para el aprendizaje es intenso: de 8.00 am a 4.00 pm de enero a noviembre. Como los muchachos viven relativamente lejos y el transporte es deficiente, deben madrugar para llegar a tiempo al Centro.

 

El estudiante debe pagar una cuota mensual de 50 quetzales, equivalente a 6 dólares, una cantidad que a muchos les resulta difícil de cubrir. 

El centro les ofrece el adiestramiento técnico, desayuno, formación en valores humanos y cristianos, servicios médicos generales, odontología, oftalmología, psicología. Estos servicios de salud son ofrecidos gratis por exalumnos salesianos profesionales.

 

De hecho, la asociación nacional de exalumnos salesianos ha asumido la dirección y la administración de esta obra social según contrato firmado con la Institución Salesiana en el 2004. La Parroquia Divina Providencia les entregó en esa ocasión el Centro y colabora con aportes económicos mensuales y la asistencia pastoral. Los salesianos coadjutores que siguen cursos de formación en CRESCO acuden los fines de semana para la animación espiritual tanto de alumnos como del personal.

 

Estudiantes de la Universidad San Carlos y de la Universidad Mariano Gálvez prestan sus servicios como parte de sus prácticas profesionales.

 

Al terminar su adiestramiento técnico, los jóvenes graduados son absorbidos en empresas de exalumnos salesianos o donde los exalumnos tienen puestos gerenciales. Es interesante el fenómeno que se ha dado de que los mismos muchachos ya graduados se asocian para echar a andar sus propias pequeñas empresas.

 

Sostener esta obra social es complicado. Las cuotas de los alumnos son simbólicas. La Institución Salesiana contribuye con una parte. Los exalumnos recurren a diversas actividades para recabar fondos. Los estudiantes venden sus trabajos de soldadura y carpintería, algunos supermercados envían víveres. Los gobiernos de Italia, Japón y la Santa Sede han financiado equipo técnico. Una familia financió la ampliación del centro.

 

El Centro de Formación Profesional P. Bartolomé Ambrosio, con su largo nombre, abre su ancha puerta a esos humildes jóvenes que allí encuentran dignificación humana y capacitación laboral. El sueño de Don Bosco ha prendido en este modesto proyecto educativo providencial.

Compartir