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Virgen de_los_Angeles

Regína  Angelórum o Reina de los Ángeles es uno de los títulos que se dan a la Santísima Virgen María en las Letanías Lauretanas. También, Reina de los Profetas, de los Mártires, de Todos los Santos, etc., etc.

 

En toda Costa Rica y especialmente en el Santuario Nacional Nuestra Señora de  los Ángeles de Cartago, los costarricenses veneran, honran, invocan y aman a la madre de Jesús y madre nuestra. Millones de ticos durante todo el año van a pie, de romeros, a dicho Santuario. Muchísimos entran de rodillas.  Pero especialmente en la última quincena de Julio hasta el dos de Agosto que es su fiesta o solemnidad titular, al menos el ochenta por ciento de la población total de la República acude a María Reina de los Ángeles y de Costa Rica, para alabarla, darle gracias y pedirle bendiciones  y  favores materiales y espirituales.

Es difícil encontrar otra nación en la que un porcentaje tan elevado de su población visite todos los años su santuario nacional. Tan profunda devoción a María ha contribuido a que la inmensa mayoría de los costarricenses hayan conservado siempre tan arraigada su fe católica.


¿Por qué tantos títulos de honor, tanto culto, tanta devoción, tanto amor, tanto cariño, tanta invocación a María, si no es ninguna diosa, sino una mujer, una creatura del  Dios único?

Pues la respuesta es la siguiente y muy sencilla: Porque Dios así lo ha querido y lo quiere. Y el que no esté convencido, que estudie y que lea la Biblia, la Palabra de Dios. Desde las primeras páginas del Génesis a las últimas del Apocalipsis o Revelación, en muchas de ellas se habla de María, directa o indirectamente como asociada por Dios a la historia de la salvación.

En el antiguo Testamento la descendencia de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente se refiere a María que nos dará a Jesús vencedor del demonio, del pecado y de la muerte. Las mujeres, como Judit, que en momentos de especial peligro salvaron a Israel, son una figura o anticipación de María que como corredentora colaboró con su Hijo Jesús en la redención de la humanidad.

En el Nuevo Testamento María nutrió y acompañó a su Hijo desde el momento de la concepción hasta el ofrecimiento en el Calvario. Acompañó a la Iglesia naciente y la sigue protegiendo hoy como  siempre hasta el final de los tiempos al lado de Jesús.

Dios no necesitaba de María ni de nadie para salvarnos, pero libremente ha querido servirse de cada uno de nosotros, como colaboradores en la salvación de los demás. Vamos todos en la misma barca. Dios se sirve especialmente de los santos y de manera particular de su Madre Santísima en la historia salvífica tanto personal como de toda la humanidad.

Sólo tienes un nombre en el que puedas ser salvo: Jesús. Y junto a Él, su Madre y tu Madre, María. No  dejes que pasen de largo sin abrirles tu puerta.

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