Familia Fernández Artime. "La Congregación Salesiana es un barco que necesita de buen timón en el mar".

P.- Isabel, ¿quién te comunicó la noticia del nombramiento de tu hijo como nuevo Rector Mayor de la Congregación Salesiana?

R.- Pues la primera persona que me comunicó la noticia fue el inspector de León, don José Rodríguez Pacheco. La sorpresa fue muy grande, no me lo podía creer. Después, recibí una llamada telefónica de don Pascual Chávez, Rector Mayor hasta ese momento. No le pude contestar, porque me puse a llorar de la emoción. Recibí también llamada del Secretario del Rector Mayor, don Juan José Bartolomé, y de don Filiberto González, Consejero para la Comunicación Social.

P.- ¿Qué sentimientos te afloraron cuando te comunicaron la elección?

R.- Dije: "Dios mío, ayúdalo; te necesita". Pero no sabía qué pensar ni qué hacer. Me vino sentimiento de preocupación, ya que es un cargo de mucha responsabilidad y, como tal, tendrá que afrontar dificultades. Pero también... de esperanza. Yo siempre le he dicho que los talentos que Dios le dio no son para enterrarlos, sino para darlos a los demás. Como madre, sé lo que vale.

P.- Cuando te llamó Ángel, ¿qué le pudiste decir?

R.- No fue al instante. Más de dos horas después de las primeras llamadas que recibí pude hablar con él. Le dije que ya lo sabía y que Dios le ayudara cuando le fuera necesario. Él me dijo que estuviera tranquila, porque no le iban a faltar ayudas. Fue una conversación muy corta. En ese momento tenía muchos asuntos y me dijo que me volvería a llamar para hablar con más calma.

P.- ¿Cómo conoció él a los Salesianos?

R.- La mano de Dios está muy clara en nuestras vidas. Mi marido y yo nos dedicábamos a la pesca; él pescaba y yo lo vendía en nuestra pescadería. Un día, cuando Ángel tenía nueve años, doña María Sánchez Miñambres, bienhechora leonesa, y con quien teníamos mucha amistad, le preguntó si quería ir a estudiar a los Salesianos de León. Ángel dijo que lo pensaría. Fue al año siguiente, con diez años, cuando decidió marchar a estudiar allí. Después de cuatro años, tuvo la posibilidad de estudiar el bachillerato en Luanco, pero no quiso. Quería seguir en León. Desde ese momento, los Salesianos habían calado hondo en su vida.

P.- Dinos algunas cualidades que más te gusten de tu hijo.

R.- Es bondadoso. Tiene una gran dulzura y es muy cariñoso. Está muy pendiente de todo, de su familia y de sus tareas. Todo ello le llegó, porque desde pequeño le dimos la fe. Hemos sido una casa cristiana.

P.- De las comidas que tú le haces regularmente cuando va a Luanco, ¿cuáles son sus preferidas?

R.- ¡Uy! Hay muchas comidas que le gustan, pero lo que más... la verdura, el pote asturiano que lleva berzas, chorizo, morcilla, tocino, fariñón; también le gusta la fabada, como no podía ser de otra forma, y, cómo no, el pescado, cualquier tipo de pescado. Aquí el pescado es extraordinario.

P.- ¿Algún consejo que le hayáis dado, como padres, a lo largo de su vida?

R.- Lo que decía antes, lo de los talentos, que no era para él. Que es algo que no debe enterrar, que debe dar a los demás.

P.- Haciendo memoria, ¿recuerdas, Isabel, todos los lugares por los que ha pasado Ángel desde que es Salesiano?

R.- Eso sí, eso no se puede olvidar. Primero estuvo en Astudillo (Palencia). Luego en Cambados (Pontevedra), donde, por cuestiones económicas, no pudimos visitarlo. Después vino a León y estuvo hasta los 17 años. Marchó a Mohernando (Guadalajara) hasta los primeros votos. Fue a Valladolid a hacer los estudios universitarios de Filosofía. Después volvió a León y a Santiago de Compostela (La Coruña), donde hizo su profesión perpetua y estudió teología. Posteriormente, se ordenó de sacerdote en León. Se fue un tiempo a la casa salesiana de Áviles (Asturias), marchó a Madrid para hacer estudios universitarios de Teología Pastoral y Filosofía y regresó a León como Delegado de Pastoral Juvenil, Vicario de la Inspectoría y, a continuación, Inspector. Orense fue otro de sus destinos, varios años de inspector en Argentina y, ahora, en Roma, de Rector Mayor.

P.- ¿Cuál es el regalo que más te ha gustado de los que Ángel te ha podido traer?

R.- Una imagen de María Auxiliadora que me trajo de León, cuando fue inspector. Aquí en casa, desde que la trajo, la tengo 24 horas al día con su vela encendida, la luz nunca se apaga. Me encantó.

P.- ¿Recuerdas alguna trastada que hizo cuando era niño?

R.- Era tan bueno que nunca hizo ninguna. Lo único que, en el momento del nacimiento, no lloró y temíamos por él. Pero los siguientes tres años, lloró sin parar. Llegó a desesperarnos, pero al volver a la vivienda de mis padres, con otros miembros de mi familia, ya no volvió a llorar más. Su niñez fue difícil, porque estuvo muchos días en casa solo. Nosotros estábamos con la pescadería.

P.- ¿Qué le has pedido a Dios y María Auxiliadora para tu hijo?

R.- Que le ayude mucho, que pueda sacar las cosas adelante. Yo soy de Dios y luego de los santos. Les rogué que le echaran una mano en su nuevo cometido. Sin su ayuda, no hay persona humana que pueda sacar nada adelante. La Congregación Salesiana es un barco que necesita un buen timón en el mar. Dios y Don Bosco, como sucesor de él, le ayudarán en estos años.

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