perfildante 50 años con Don Bosco
Mi experiencia salesiana se remonta a hace más de 50 años. Desde mi niñez estuve en contacto con el espíritu salesiano a través de la presencia de las  Hijas de María Auxiliadora en mi pueblo.
Mi mamá fue de las primeras que estuvo apoyándolas. Bastaba cruzar la calle. Como todos los niños del el pueblo, hice mi kinder con ellas. Se puede decir que mi casa y la de ellas eran una sola casa. Han dejado en mí un recuerdo sumamente agradable. De allí salieron muchas vocaciones. En el pueblo las llamábamos “nuestras monjas”.

En octubre de 1961 llegué a El Salvador y empecé mi experiencia salesiana en el noviciado. Fue un año que recuerdo con mucho cariño y una cierta nostalgia positiva; como quien dice “regresar a las fuentes”. El Señor me regaló un  “padre maestro”, el P. Emilio Coalova. El entonces inspector P. De Bernardi, cuando pasó por nuestro aspirantado de Bagnolo nos lo ponderó altamente. La realidad superó en mucho la descripción que nos hizo de él: un verdadero regalo  de la Providencia para nosotros que veníamos de Italia sin conocer a nadie en absoluto, ni siquiera la lengua española.

En mi tirocinio en Cartago tuve otra vez la singular gracia de tenerlo como director. Así siguió mi vida de salesiano, rodeado de muchos Hermanos cuyos ejemplos me animaban y estimulaban para corresponder más a esta singular llamada de Dios.

Mi trabajo en la mayor parte de estos cincuenta años ha sido principalmente como consejero escolar en distintas casas de Centro América, sobre todo en El Salvador y Nicaragua. Un trabajo que siempre me ha gustado y que he saboreado, sobre todo porque me permite estar en contacto directo con los muchachos. Casi me atrevo a apropiarme la frase de Don Bosco: “Entre ustedes me encuentro bien”. He tratado de hacer lo que recomendaba san Pablo a su discípulo Timoteo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina”. A veces acentué más un verbo que otro.

En estos cincuenta años he pasado por muchas obras salesianas. Eso no me ha preocupado, pues me decía y me sigo diciendo: Dios está en todas partes; los muchachos, también; entonces, adelante.

Una de las notas que más me ha gustado en mi vida salesiana es vivir en comunidad. Eso lo aprendí en los once años que viví en mi casa. Eso sigue todavía cuando voy a visitar a mi familia.  El Señor y María Auxiliadora han sido buenos conmigo, como reza el salmista.

“Mis hermanos salesianos (aquí cabría hacer una larga lista de ellos, pero solo quiera mencionar a mi querido Padre maestro, el P. Emilio Coalova) me asistan todos los días y me ayuden a ser fiel”. Así termina la fórmula de nuestra consagración religiosa.

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