bs191-18 Con inquietud nos preguntamos, muchas veces: “¿Cómo evangelizar? ¿De qué manera llevar a otros el mensaje evangélico?”. El capítulo primero de San Marcos es una rica mina de escenas vivas en que se nos exhibe a Jesús como evangelizador. Analicemos algunas de estas escenas.

Bautismo y desierto
San Marcos antes de mostrar a Jesús evangelizando, nos cuenta cómo fue su bautismo. Durante treinta años Jesús había permanecido como un sencillo carpintero; en la oración y meditación se preparaba para esperar la señal de Dios para iniciar su misión evangelizadora. La señal de Dios llegó para Jesús el día de su bautismo. Ese día, Jesús escuchó la voz del Padre que lo llamaba: “Hijo muy amado”. Vio también una paloma –símbolo del Espíritu Santo– que se posaba sobre su cabeza. Jesús comprendió que había llegado el momento de iniciar su misión evangelizadora. El mismo Espíritu Santo lo llevó al desierto para un retiro espiritual, para que tuviera una preparación inmediata antes de iniciar su evangelización.


El evangelizador, como Jesús, no debe comenzar su misión hasta no haber pasado por un largo desierto de conversión y meditación. La evangelización busca la conversión de los oyentes. No se puede hablar de conversión, si antes no se ha experimentado. No se puede hablar de salvación, si uno no se ha sentido salvado por Dios. Un evangelizador no debe aventurarse a ir a evangelizar, si antes no ha tenido una “nueva efusión del Espíritu Santo”. Si no ha visto la señal de Dios que lo envía y le concede el poder de su Espíritu Santo. En muchos movimientos apostólicos abunda las personas de buena voluntad que creen que para evangelizar basta tener “buena voluntad”. Muchos con estas ideas han ido a evangelizar: No ha habido, propiamente, conversiones profundas, porque los seudoevangelizadores, simplemente, han ido a repartir “cultura religiosa”; porque no contaban con el poder del Espíritu Santo, que es el único que lleva a la verdadera conversión.

Con el Poder de Dios
A sus apóstoles Jesús les decía: “No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado” (Lc 10). Lo que Jesús les quería indicar era que no se confiaran únicamente en sus medios humanos. Que contaran con su poder. Antes de la ascensión, les advirtió que no debían moverse de Jerusalén hasta que fueran investidos con el poder de lo Alto (vea Lc 24, 49).Esta mística de Jesús se refleja muy bien en San Pablo, cuando les dice a los corintios que él llegó a ellos “con temor y temblor”, no con “humana sabiduría”, sino “con demostración del Poder del Espíritu Santo” (1Co 2, 3-4). Según San Lucas, la primera vez que Jesús predicó en la sinagoga comenzó diciendo: “He sido Ungido por el Espíritu Santo para traerles el Evangelio” (Lc 4, 18).Todo evangelizador es el que se presenta diciendo: “He sido ungido por el Espíritu Santo para traerles el Evangelio”.

Las primeras palabras de Jesús

Según San Marcos, las primeras palabras de Jesús, al iniciar su evangelización, fueron: “El tiempo se ha cumplido; el reino de Dios se ha acercado a ustedes; conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).

EL REINO SE HA ACERCADO: El concepto de “reino de Dios”, según el escritor William Barclay, se puede descubrir en el Padrenuestro; allí rezamos: “Venga TU REINO: hágase TU VOLUNTAD, así en la tierra como en el cielo”. El reino de Dios es donde se hace la voluntad de Dios lo más perfectamente posible. San Pablo, a su vez, nos define en qué consiste el reino de Dios. Dice Pablo: “El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14, 17). Justicia, en la Biblia, significa lo recto, lo que Dios manda. Cuando hay justicia, llegan la paz y el gozo del Espíritu Santo. Ese es el reinado de Dios, que Jesús viene a implantar en el mundo.

CONVIERTANSE. Al reino de Dios no se puede entrar, si antes no hay conversión. Si no se cambia la manera de pensar y actuar, los criterios torcidos del mundo, por la manera de pensar y actuar que viene a enseñar Jesús. Esa es la conversión. A eso Jesús le llamó “volver a nacer” por obra del Espíritu Santo.

CREAN EN EL EVANGELIO. Evangelio es la buena noticia que Dios Padre nos envía por medio de su Mesías (enviado), Jesús. Nos ama tanto que envió a su Hijo para que todo el que crea en su Evangelio, no se condene, sino que tenga la vida eterna (vea Jn 3, 16).Dios quiere perdonarnos, quiere vida abundante para nosotros. Quiere salvarnos por medio de la fe en su Hijo Jesús. El Evangelio, entonces, es el mismo Jesús. Aceptar el Evangelio es aceptar a Jesús como el enviado de Dios que nos indica cómo podemos ser perdonados, tener una vida abundante y tener la salvación eterna. Estas primeras palabras de Jesús, en el Evangelio de San Marcos, comprendían la evangelización esencial de Jesús.

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