a024 orig 1. Cuando jovencito, Juan tenía el anhelo de estudiar para alcanzar su ideal. Pero todo parecía contrario: la pobreza (campesinito y huérfano), la lejanía de la escuela (cinco km), la oposición de su hermanastro Antonio (¡había que trabajar!).

Margarita se vio obligada a alejarlo del hogar y buscarse un trabajo en la granja del Sr. Moglia. Pero nada desanimó a Juanito: buscó todas las formas para instruirse: un campesino le enseñó a leer; leía libros por su cuenta; luego algunas clases en Capriglio; después la escuela en Castelnuovo; y finalmente el colegio en Chieri. Pero él nunca  guardó rencor; recuperó el tiempo y salió brillante en sus estudios. 

2. Viendo su anhelo de llegar a ser sacerdote, el P. Juan Calosso lo tomó a su cargo; lo acogió en su casa, le enseñó el latín, lo inició en la vida espiritual; fue para él un amigo y padre. Pero de improviso murió. Fue un gran contratiempo. El P. Calosso, al morir, había dejado a Juan la llave del dinero, para que pudiera seguir los estudios; pero cuando llegaron los parientes del P. Calosso, Juanito les entregó la llave y todo. Se quedó solo otra vez y sin medios; pero no peleó, no reclamó, no se desanimó; confió en Dios. 

3. Pasado serenamente el Seminario y ya joven sacerdote, inicia la obra del Oratorio. Pero muchas dificultades lo obligaron a trasladar esa actividad de un lugar a otro: de la iglesia de San Francisco al “Refugio” de la marquesa Barolo, a la capilla del cementerio de “San Pedro ad víncula”, a los Molinos Dora, a la Casa Moretta, al prado Filippi o itinerante en cualquier lugar. Algunos lo consideran loco, los guardias municipales lo vigilan como peligroso, los párrocos cuestionan esos encuentros dominicales, la marquesa Barolo lo despide de su trabajo. Sin local, sin dinero; llora, reza. Finalmente se le abre el camino: ¡el cobertizo Pinardi, su lugar definitivo!

4. Don Bosco está contento; ya tiene un lugar seguro; organiza bien las actividades del Oratorio. Pero, a los tres meses, le sobreviene una grave bronquitis, que lo pone entre la vida y la muerte. Los muchachos, lloran, rezan, hacen votos, ofrecen su vida por la de Don Bosco. Grupos de colegiales lo buscan para que los confiese. Los chicos le salvan la vida. Se recupera, pero está débil. Pasa tres meses en su casa natal convaleciendo. Vuelve con su mamá, Margarita, a Turín (30 kilómetros a pie) para retomar las actividades con los muchachos que lo esperan.

5. Alquilan unos cuartos de Casa Pinardi; viven con sencillez y pobreza. Se reanuda el Oratorio. Mucho trabajo, sobre todo el domingo, con los 400 oratorianos: confesiones, Misa, asistencia, catecismo, juegos, canto, clases dominicales y nocturnas... Termina el día agotado. Acoge a vivir con él y con su mamá a los chicos más pobres y abandonados; los primeros le fallan, pero él no se desanima. Él mismo les sirve la comida, les arregla la cama, les enseña algún oficio, o les busca trabajo en la ciudad.

6. El Oratorio se estabiliza; actividades, fiestas religiosas, certámenes, comedias... Pero no faltan los enemigos que le hacen guerra. Los “patriotas” querían que él participara con sus muchachos en manifestaciones politiqueras. Pero él no acepta; por eso se le van los colaboradores, lo dejan solo; algunos vándalos le apedrean el portón del Oratorio. Los Valdenses (protestantes recién emancipados) también lo amenazan y le tienden atentados para que Don Bosco deje de publicar las “Lecturas Católicas”. Las autoridades políticas (de orientación laicista y masónica) once veces llegan a registrarle e inspeccionar la Obra, sospechando que Don Bosco esté tramando contra el Gobierno; Don Bosco lo tomó con buen humor.

7. Don Bosco siempre vivió y actuó con estrecheces económicas; pero él se fiaba de la divina providencia; y cuando entendía que una actividad o empresa era para la gloria de Dios y bien de las almas, se lanzaba. Buscaba ayudas, escribía, pedía, visitaba a los bienhechores, organizaba grandes rifas. Y así pudo ampliar su Obra, abrir nuevos talleres, mantener comiendo y estudiando centenares de muchachos pobres, fundar nuevos colegios, construir bellas iglesias, enviar a sus misioneros a tierras lejanas. Él personalmente siempre vivió pobre; y a los suyos recomendaba ahorro y sencillez de vida.

8. Pero la prueba quizás más dolorosa de su vida, le vino de quien menos se esperaría: de una de sus autoridades religiosas. Mons. Lorenzo Gastaldi, arzobispo de Turín entre 1871 y 1882, no supo comprender la Obra de Don Bosco, su carisma tan especial, su Congregación tan novedosa. Le puso todas las dificultades que pudo: no se fiaba de él ni de su Congregación, no quería ordenar sacerdotes a los seminaristas salesianos; no lo recibía en audiencia; llegó al extremo de quitarle a Don Bosco la facultad de confesar; escribía al Vaticano contra él, poniendo a algunos cardenales contra Don Bosco. Con todo esto, Don Bosco nunca se rebeló, nunca habló mal de su arzobispo; le mantuvo gran respeto, rezaba por él.

9. Don Bosco era ágil y fuerte, trabajador incansable. Pero tuvo que sufrir muchos malestares y enfermedades. Cuando niño, cayó de un árbol, cosa que le dejó huella. Estando en el Seminario, estuvo a punto de morir, tres días inconsciente. En 1846 tuvo aquella bronquitis. En 1871, estando en Varazze estuvo dos meses en cama, grave, con raras fiebres. Sufrió siempre del estómago; la respiración difícil; las piernas hinchadas; los últimos años quedó semiciego. Y la enfermedad final que lo llevó a la muerte. Nunca se quejaba, siempre sonriente. Él que había curado milagrosamente a muchos, nunca pidió por su propia curación. Murió de puro cansancio y trabajo: trabajo por los muchachos y por la Iglesia.




Compartir