Conociendo a DB 1 “Quiero firmemente ayudar a la juventud más pobre y abandonada de esta ciudad, y especialmente de este barrio, pero necesito que usted me ayude con su apoyo económico”, así escribe Don Bosco al alcalde de Turín el 12 de diciembre de 1857. El dinero es siempre un problema: todos estos chicos no pueden ser atendidos solo con Padrenuestros, siempre hay que pagar “la factura del panadero”.



Escribe a todos: Prefectos, concejales, intendentes de hacienda, banqueros, nobles, eclesiásticos, entidades benéficas. En noviembre de 1855 pide al general Santiago Durando, ministro de la Guerra, “como ayuda, algo de ropa que, debido a la forma o al mucho uso, ya no sirve para la tropa”. Al año siguiente repite la petición a su sucesor, el general Alfonso La Marmora:”no le pido cosas de gran valor; cualquier objeto, calzado, ropa de vestir, especialmente camisas, mantas, sábanas, aunque estén gastadas y reparadas, será recibido por mí con verdadera gratitud. me arreglaré para que cualquier harapo sirva para abrigar a los hijos del pobre”.

Organizará varias loterías en ayuda de los tres oratorios, especialmente el de San Francisco de Sales, con la casa anexa y un número creciente de residentes: 150 en 1857 y 570 en 1862. En la invitación a la primera lotería, la presenta como ejemplo de la “caridad del Evangelio”. Cuando la gloria de Dios y el provecho del prójimo lo exigen, no duda en superar su timidez y tiende la mano a las personas bondadosas. Explica que ha abierto tres oratorios “en los tres principales flancos” de Turín, donde se da acogida a más de tres mil jóvenes, con funciones religiosas, catecismo, juegos y gimnasia, enseñanza de lectura y escritura, música y canto, oferta de trabajo y asistencia a los desempleados.

En Valdocco hay también “escuelas diarias diurnas y nocturnas” y casa de acogida para huérfanos pobres y abandonados, donde se les ofrece lo necesario “para hacerse buenos cristianos y honestos trabajadores”. Recuerda así mismo que la reciente epidemia de cólera ha causado gastos imprevistos y pide que entreguen objetos que sirvan de premio, y que adquieran boletos, porque participar en esta obra de beneficencia es de utilidad pública y privada, lo que les hará benditos de Dios y de los hombres.

En la invitación a la lotería de 1862, Don Bosco indica que en la Residencia hay “jóvenes de talento no común, que sin embargo, carecen de bienes para continuar sus estudios”. Y no se fija solo en Turín, al explicar que únicamente 50 de los 570 residentes son turinenses. Ambas loterías tienen gran éxito, implicando a gran número de personas, desde el rey Víctor Manuel a ministros, senadores, diputados, administradores públicos, nobles y simples ciudadanos.

Las loterías consiguen dinero, pero, sobre todo, notoriedad y apoyo moral. “Fue acaso aquel momento de mayor fama, de más amplia y plural sintonía entre Turín y el Piamonte y la obra de los oratorios”, escribe Pedro Stella. “Se confirma cuanto hemos dicho. Las loterías de Don Bosco se distinguían de otras por su mayor resonancia, la multiplicidad de regalos, el elevado porcentual de participantes, hombres y mujeres, y su éxito”. Una ocasión en la que todos podían considerarse protagonistas.

 

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