Conociendo-a-DB A principios del año 1872, Don Bosco se recuperaba en la ciudad de Varazze de la penosa enfermedad que lo había tenido postrado durante más de tres meses alejado de su querido oratorio de San Francisco de Sales. A pesar de haber estado a las puertas de la muerte, su pensamiento estaba siempre en Turín; su corazón, en medio de sus muchachos. En febrero escribía a Don Rua expresándole su deseo de estar pronto en casa:

 

El jueves próximo, si Dios quiere, estaré en Turín. Siento una gran necesidad de llegar. Yo vivo aquí con el cuerpo, pero mi corazón, mis pensamientos y hasta mis palabras están siempre en el Oratorio, en medio de ustedes”.


Este es Don Bosco. Siempre “en medio de los jóvenes” aunque esté lejos por mil razones. Es verdad que, a medida que la obra salesiana se extendía y asumía nuevos frentes de acción, Don Bosco se veía obligado a estar cada vez más tiempo fuera de Turín. Sin embargo, siempre anhelaba volver, siempre tenía un recuerdo afectuoso para todos, siempre avivaba el deseo de recuperar el pulso de la vida cotidiana en medio de las tareas de la casa madre.

 

Cuando las ocupaciones se lo permitían, Don Bosco volvía al oratorio. Y si estaba en casa, a lo largo de la jornada se empleaba a fondo para estar con sus salesianos y sus muchachos: confesaba, estaba en el patio, tenía una palabra para todos, daba las “buenas noches”, se hacía presente en el ejercicio mensual de la buena muerte (retiro), daba conferencias a los salesianos y a los jóvenes… ¡No paraba! 

 

En unas “buenas noches” del 31 de marzo de 1876, Don Bosco insistió a sus muchachos: 

 

“Tengan esto en su cabeza. Aunque les parezca que estoy ocupado, me siento siempre muy contento cuando vienen a buscarme en la Iglesia o fuera de ella…”

 

No me cabe duda de que Don Bosco sigue “aquí, en medio de nosotros”, en cada una de nuestras casas. Y que su experiencia en Valdocco sigue siendo criterio carismático de fidelidad a los orígenes. Volver a Don Bosco es volver a los jóvenes. También físicamente: presentes en el patio, implicados en la vida de la casa, con la palabra y el gesto oportuno para el que se acerca, con la sonrisa acogedora y la mirada bondadosa para con todos.

 

“Cerca o lejos, siempre pienso en ustedes”, dirá Don Bosco en la carta de Roma de 1884. Fue la expresión de toda su vida. Como acentuó Don Rua, su más inmediato colaborador y uno de sus primeros jóvenes en el Oratorio: “No dio paso, no pronunció una palabra, no se comprometió con ninguna empresa que no tuviera como objeto la salvación de los jóvenes(…). Lo único que realmente le interesó fueron las almas”

 

Los salesianos siempre estamos de vuelta a Valdocco. Como Don Bosco, continuamente en medio de los jóvenes. Con la mente, con el corazón, con la palabra. ¡Valdocco es nuestra patria! 

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