conocerdb Cuenta el mismo Don Bosco, en las Memorias del Oratorio, en los inicios de su proyecto con los jóvenes de Turín en 1842:

“Dedicaba enteramente los días festivos a estar con los muchachos: durante la semana, los visitaba en pleno trabajo, en talleres y fábricas. Esta iniciativa constituía un gran consuelo para los chicos, al encontrar un amigo que se ocupara de ellos… Los sábados me desplazaba a las cárceles con los bolsillos llenos de tabaco, fruta o panecillos para granjearme el afecto de los jóvenes que tenían la desgracia de estar encarcelados; para asistirlos, ganarme su amistad…”.

Las palabras de Don Bosco nos estimulan y comprometen. ¡Ocuparnos de los jóvenes! Parece de Perogrullo el afirmar que los salesianos y la familia salesiana nos ocupamos de los jóvenes. Pero en la reflexión de Don Bosco hay elementos que nos deben hacer pensar.

Aquel joven sacerdote (Don Bosco tiene entonces 27 años) pone toda su mente y su corazón (enteramente) en los jóvenes más abandonados. Su tiempo, sus energías, su creatividad son para ellos. No hay fines de semana. No hay “tiempo libre”, no hay tiempo que perder, no hay tiempo para otra cosa que no sea ingeniárselas para “granjearse su amistad”.

Don Bosco se hace cercano y amigo desde la presencia estimulante y la familiaridad que gana la batalla de la desconfianza. Para nosotros, educadores, salesianos, animadores… es vital hacer nuestras las palabras de nuestro padre en la carta de Roma: “La familiaridad engendra afecto; el afecto genera confianza; y la confianza abre la puerta de los corazones”.

Hoy estamos recuperando nuestra presencia cercana y bondadosa en medio de los chicos (“para asistirlos y ganarme su amistad”). Y hacemos lo posible para que nuestra mente y nuestro corazón busquen la manera de acompañar a los jóvenes con creatividad, acompañándoles y ayudándoles a crecer y a madurar.

A veces nos parecerá que no lo logramos. Pero la realidad es que muchos están esperando “un amigo que se ocupe de ellos”.
100 palabras al oído, CCS, Madrid

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