Petén, diciembre 2016.- Mi nombre es Celia Corbacho. He nacido en España y estoy realizando mi primera experiencia de voluntariado internacional en el país de Guatemala.
Llegué a Guatemala con el objetivo de cumplir uno de mis sueños y puedo decir con toda la certeza de que soy capaz, que lo he conseguido. He logrado darme cuenta que cumplir tus objetivos es el inicio de un largo camino.

Aquí en Petén, dónde realizo mi voluntariado, puedes vivir muchas vidas a la vez, puedes asistir a numerosas clases maestras en un sólo día, viajas, viajas sin moverte del sitio. Tratas de teletransportarte al momento exacto en el que acontecen los relatos, con el único objetivo de darles sentido. Pero es inútil, pues esos cuentos no tienen moraleja. Son historias que se alojan en todos los rincones de tu alma, para que el día menos pensado, esos versos produzcan la reacción química necesaria para alimentar ese espíritu que te ayuda a madurar y florecer. Y así, el pasado remoto actúa como alimento perpetuo del futuro.
Con más de un mes y medio de experiencia de voluntariado en Petén he aprendido que la palabra aprender se queda muy corta. La acción de aprender no abarca la transformación que he experimentado a nivel de adaptación al medio y a las personas, el cambio radical en cuanto a enfrentar situaciones inesperadas, la capacidad de superación de mis propias limitaciones, el ejercicio de sensatez, franqueza y lucha contra las injusticias que he vivenciado. Eso no es simplemente aprender.
Es por todo esto que, de esta corta experiencia que acaba de empezar me quedo con la capacidad del guatemalteco, la capacidad de superar cualquier obstáculo, de luchar por los tuyo y lo de los demás, el respeto por la naturaleza y las tradiciones.
Sigo mi experiencia con el deseo de que esta nueva Celia pueda seguir expresando libremente sus emociones y ensanchando el alma por los cuatro costados.