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Tio Dary en el paraíso con Don Bosco. El Salvador, San Salvador, junio 2010.- Por entre las cabezas de la gente que abarrotaba la cripta mortuoria de la Iglesia Don Rúa podía yo ver a una niña acólita que lloraba calladamente. Ella estaba cerca del ataúd que contenía los restos mortales del P. Darío Herrera.

El obispo salesiano, Elías Bolaños, dirigía las últimas oraciones antes de que el ataúd fuera depositado en el espacio preparado en la pared. No podíamos ni movernos por lo apretujados que estábamos. El llanto silencioso de la niña fue para mí el gesto más exquisito de todos los homenajes tributados al P. Darío.
Hacía poco que habíamos concluido una impresionante misa exequial en la espaciosa iglesia de María Auxiliadora. Cuarenta sacerdotes alrededor del altar. Una multitud de monaguillos y monaguillas, ágiles y entrenados, cumplían con precisión sus diversos servicios. Fuera de mi campo visual, adivinaba al coro que, con maestría, guiaba los solemnes cantos piadosos.
No es fácil llenar esa inmensa iglesia. El P. Darío lo logró. La noticia de su muerte se difundió por Facebook, correo electrónico, teléfono y de boca en boca. El Tío Dary, como se le conocía, poseía el arte de hacerse querer. Por eso es que acudieron en masa sus amigos, niños, jóvenes y adultos, mujeres y hombres por igual.
El P. Luis Corral, inspector de los salesianos de Centro América, retó en su homilía a los jóvenes presentes a tomar el puesto del P. Darío.
Internet se había convertido desde hacía días en un gran despliegue de mensajes de los jóvenes que invitaban a orar por el Tío Dary. Se proponían rescatarlo de la muerte amenazante. Otro era el destino. Pero no hubo rebelión. La gente aceptó con serenidad el hecho consumado como el paso final al descanso definitivo después de una tenaz lucha contra la enfermedad.
Roberto Carlos añoraba con tener un millón de amigos. El tío Dary talvez no los contabilizó. Pero probablemente anduvo cerca de esa cifra.

 

http://www.youtube.com/watch?v=SCAOh7pntks

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