Día de Reyes Magos. Vaticano, enero 2014.- Después de celebrar laMisa de la Epifanía del Señor en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco rezó el ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólicos antes miles de personas, algunas de ellas llegadas desde Alemania, Irlanda o Estados Unidos de América.

Antes de rezar, el Pontífice explicó que en este día “hacemos memoria de la llegada de los Reyes, llegados de Oriente, para adorar al recién nacido Rey de los Judíos y Salvador universal y ofrecerle regalos simbólicos”.

“La estrella que es capaz de guiar a todo hombre a Jesús es la Palabra de Dios: Es la luz que orienta nuestro camino, nutre nuestra fe y la regenera. Es la palabra de Dios que renueva continuamente nuestros corazones y nuestras comunidades”, afirmó.

Para el Papa es importante “no olvidar leerla y meditarla todos los días, para que sea para cada uno como una llama que llevamos dentro de nosotros para iluminar nuestros pasos, e incluso para aquellos que caminan a nuestro lado, y que tal vez luchan por encontrar el camino a Cristo”.

Francisco remarcó que el viaje que realizan los Reyes Magos es “un viaje del alma, como un camino hacia el encuentro con Cristo”. Y “ellos están atentos a los signos que les indican la presencia; están cansados por afrontar las dificultades de la búsqueda; son valientes en las consecuencias de la vidaderivadas del encuentro con el Señor”.

De hecho, “la experiencia de los Magos evoca el camino de todos los hombres hacia Cristo”. “Como para los Magos, también para nosotros buscar a Dios quiere decir caminar, mirando el cielo y viendo en él el signo visible de la estrella del Dios invisible que habla a nuestro corazón”.

De nuevo sobre los Magos, señaló que “con su gesto de adorar, los Magos testimonian que Jesús ha venido a la tierra para salvar no sólo a un pueblo, sino a todas las personas”.

“En la fiesta de hoy –continuó el Pontífice- nuestra mirada se ensancha al horizonte del mundo entero para celebrar la ‘manifestación’ del Señor a todos los pueblos, es decir, la manifestación del amor y de la salvación universal de Dios”.

Sobre esto, subrayó que “no se reserva su amor sólo para algunos privilegiados, sino que lo ofrece a todos” porque “así como de todos es el Creador y el Padre, así de todos quiere ser el Salvador”.

Esto es lo que hace que estemos llamados a “cultivar siempre con gran fidelidad y esperanza hacia cada persona su salvación: También a aquellos que nos parecen estar lejos del Señor son seguidos –o mejor ‘perseguidos’- por su amor apasionado y fiel”, concluyó.

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