AR 11733__2014Ciudad del Vaticano, 31 de marzo de 2014.- Definidas en la última semana todas las responsabilidades del Consejo General, los participantes al Capítulo General 27 se reunieron en el Vaticano con el Papa Francisco.

 

El encuentro con el Papa es parte de un más amplio programa espiritual, que incluye primero una oración comunitaria en torno al altar de la Cátedra de San Pedro, y luego siempre en la basílica, un segunfo momento de oración bajo la estatua de Don Bosco.

A media mañana estaba previsto un cariñoso encuentro con el Papa, al interno de la Sala Clementina, con el saludo del nuevo Rector Mayor, Don Ángel Fernández Artime, al Papa.

 Durante su discurso, el Papa Francisco les ha señalado, en primer lugar, que la evangelización de los jóvenes es la misión que el Espíritu Santo les ha confiando en la Iglesia, añadiendo que está estrechamente unida con su educación. 

Rector-MayorUna premisa necesaria

Entre las muchas cosas que he escrito, en vano encontrarás un diario espiritual, una descripción de mi itinerario íntimo, una autobiografía como espejo de mi espiritualidad. No era mi estilo.

 

Talvez por esa natural reserva que es propia de los campesinos, probablemente por la formación que había recibido, no me sentía inclinado a abrirme, ciertamente porque prefería conservar en mi corazón el recuerdo de tantas experiencias, luchas y conquistas apostólicas, en vez de manifestarlas en público.  

 

Por eso no encontrarás en mis libros y conversaciones confidencias o testimonios de mi personal relación con Dios y con su misterio.

RM1Don Bosco cuenta
Empujé esa carreta ...

En un día caluroso y sofocante caminaba por Turín, en compañía del fidelísimo de Don Rúa y de otro salesiano, cuando de repente mis ojos se detuvieron en una escena que llenó mi corazón de profunda tristeza: un niño, que quizás tendría 12 años, estaba tratando de arrastrar una carreta cargada de ladrillos sobre los adoquines desiguales de la calle. Era un aprendiz de albañil delgado y pequeño que, incapaz de mover ese peso superior a sus fuerzas, estaba llorando desesperado. 

Me alejé de los dos salesianos y corrí hacia el pobre muchacho, uno de los muchos que, en la Turín del entonces que se enriquecía con muchos edificios hermosos, crecían bajo jefes inhumanos con el sonido de golpes y maldiciones. Me llamó la atención aquellas lágrimas que corrían por su rostro. Me acerqué, le sonreí con un ligero signo de amistad y lo ayudé a empujar el peso hasta el sitio de trabajo. Todos se sorprendían al ver a un sacerdote llegar a ese lugar con su sotana negra; el niño, sin embargo, había comprendido de inmediato que le apreciaba de verdad al meterme a su lado con un gesto solidario de ayuda concreta.

Rector-Mayor-1Don Bosco narra:

Gracias a las presencia de mi madre, en la antigua casa Pinardi (donde tuvo inicio la obra salesiana) reinaba un genuino estilo de relaciones humanas, hecho de calor paciente, de comprensión y corrección, en perfecto estilo de familia. Con tanta gente en casa la disciplina era necesaria para evitar que el ambiente fuera un manicomio incontrolado. Disciplina reducida a lo mínimo, pero “cuentas claras y chocolate espeso”, como mi madre, con su innata sabiduría popular, condensaba las conclusiones.

 

Transcurridos muchos años y teniendo tras de mí una experiencia rica de buenos resultados, podía afirmar que “con los muchachos es castigo lo que se hace pasar como tal”. Quería decir que un castigo debe servir para mejorar las cosas y no empeorarlas. Una breve sustracción de afecto, una mirada  triste, una actitud más reservada y seria, una palabrita al oído dicha con dulzura y paciencia eran medios de que me servía para corregir y encauzar posibles actuaciones equivocadas. 

luxfuego

Con sus gestos, sus actitudes y sus intervenciones el papa Francisco ha iluminado la mente, ha puesto fuego en el corazón y ha robustecido la voluntad de todos para ser de verdad “discípulos y misioneros de Cristo”, enviados al mundo, sin miedo, para servirlo y transformarlo. {nomultithumb}

RM1Volviendo de Barcelona y de París

Esa noche de 12 de mayo de 1886 había llegado a Grenoble cansado y deshecho tras un largo viaje que, en tres meses, me había llevado de Turín a Francia y España. Auténtico tour de force, porque en Roma la construcción del templo en honor del Sagrado Corazón no adelantaba por falta de fondos. 

Había sido amablemente recibido por el rector del seminario quien, preocupado al ver mi lamentable agotamiento, me había dirigido fraternales palabras de aliento: “Padre reverendo, nadie mejor que usted sabe cuánto el sufrimiento santifica”. A lo que yo me había permitido corregirlo, afirmando que “lo que santifica no es el sufrimiento, sino la paciencia”. No era una frase dicha solamente por decir, era la síntesis de mi existencia, trabajada y sufrida: 71 años que pesaban en ese momento en mis hombros y me habían reducido a “un ser muerto de cansancio”, como pocos días antes me había definido el autorizado Dr. Combal en Montpellier, cuando había venido a visitarme, repitiendo las mismas palabras que me había dicho en Marsella en marzo de 1884.

rectormayor1Ya desde muchacho Juan Bosco poseía el don de la comunicación eficaz. Un don personal: el encanto de la palabra, el arte de la narración heredada de una rica tradición oral arcaica, puesta al servicio de la misión en función educadora y pastoral.

Al narrar su experiencia de muchacho rodeado por sus compañeros, escribe: “Lo que los reunía en torno a mí, y les encantaba hasta la locura, eran las narraciones que les presentaba. Los ejemplos escuchados en los sermones y en las catequesis, la lectura de los Reales de Francia, del Guerrin Mesquino, de Bertoldo y Bertoldino me ofrecían mucho material. En cuanto mis compañeros me veían, corrían en bandada para oír contar algo por quien a duras penas comenzaba a entender algo de lo que leía. A ellos se añadían varios adultos. A veces, al ir y volver de Castelnuovo, en un campo o en un prado, yo estaba rodeado por centenares de personas que llegaban a escuchar a un pobre muchacho quien, excluyendo algo de memoria, era ayuno de ciencia, pero lucía para ellos como un  gran doctor”.